Cultura y Ocio, Madrid

Un relato de septiembre: «Los viajes, los otros y yo»

Me sentí aliviado cuando lo vi, portando un cartelito con el nombre de mi mujer en mayúsculas -tener que tomar un taxi desde el aeropuerto de Orly al centro de París habría resultado muy caro, y más desalentador aún resultaba tener que movernos, recién aterrizados, en la intrincada red de trenes y metros de la ciudad con el equipaje a cuestas.

No era especialmente alto, aunque sí muy fornido -como demostró cuando alzó nuestra maleta más pesada como quien levanta una moneda del suelo-, y caminaba con marcialidad. Tras las presentaciones de rigor, nos comentó que era gallego. ¿Gallego de dónde? Le preguntamos, quizá por las dudas que nos ofrecía su acento y su dificultad en construir correctamente las frases. Nos aclaró que un abuelo suyo había viajado de Galicia a Francia hacía justamente cien años para combatir en la Primera Guerra Mundial como voluntario en las tropas francesas. Su padre había nacido ya en Francia pero había vivido en Vigo durante los últimos años de su vida y, en cuanto a él, no fue muy explícito sobre su lugar de nacimiento ni edad –calculo que andaría por los cuarenta y tantos-, pero sí nos quiso destacar, ya en la furgoneta con la que nos llevaría al hotel, que había renunciado a la nacionalidad francesa. Nos explicó que se había enrolado en la Legión francesa para combatir en la guerra de Yugoslavia, que había resultado herido con dos balazos y que, tras siete años de servicio –los mejores de su vida, nos enfatizó-, estas heridas le habían obligado a dejar el ejército, con tan sólo el derecho a una exigua pensión. Ello le había obligado a montar una empresa de transportes en Londres, asentándose finalmente, por piruetas del destino, en una Francia que detestaba por ingrata.

Emulación del abuelo, pensé. Me vino a la memoria el Rick Blaine de “Casablanca” –recuerden: Bogart interpreta a un aventurero neoyorquino que, antes de llegar a la ciudad que da nombre a la película, participa en la guerra de Etiopía y en la Guerra Civil española-, si bien nuestro Bogart al volante no parecía haber obrado por motivos altruistas o románticos.  No pude evitar recordar cómo en la mili me dolían los culatazos del fusil tras los disparos, y cómo me tapaba los oídos al oír el estampido de los cañones en las prácticas de tiro.

La conversación fluía en la furgoneta, favorecida por el atasco existente en las calles de París. Envalentonado por la atención de sus clientes, el chófer nos comentó su aversión a los aviones. “He estado tres veces a punto de perder la vida en ellos”, nos espetó. La primera fue cuando, al salir en un vuelo que lo llevaba de Brasil a algún país del sureste asiático, fue detenido tras una pelea en el aeropuerto. Al salir de las dependencias policiales se enteró de que su avión no pudo aterrizar como consecuencia de un tsunami, muriendo todos los pasajeros. Quizá al contemplar nuestras caras de susto no quiso seguir profundizando en su difícil relación con la navegación aérea.

Ya llegando al hotel, nos advirtió del peligro que suponían los muchos rumanos que pululaban por las calles parisinas, especialistas en robar carteras. Se jactó de haber ayudado a la policía en atrapar a más de uno. Nos comentó ufano que, en las escalinatas del Sacre Coeur, había parado de un puñetazo la huida de un carterista, al que había entregado, con cierta displicencia, a un agente de policía que pasaba por allí. A otros relatos parecidos estaba entregado cuando llegamos a la puerta del hotel. Tal vez porque París es una ciudad literaria y cinematográfica, me acordé del Vittorio Gassman de “La escapada”, un antecedente de ficción de nuestro chófer en el arte de vivere periculosamente, y me sentí como el atolondrado Jean-Louis Trintignant de la película (aunque le doblo la edad).

Tumbado ya en la cama del hotel, pensé en lo azaroso de los viajes y en la diversidad de vidas y caracteres. Bah -pensé antes de dormirme-, mi vida habría valido bien poco en Kosovo o en Sarajevo.

13 septiembre, 2016

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *