Madrid, Opinión

Urkullu, ¿la última esperanza? ¿de qué?

Con independencia de lo que los Partidos políticos programan en materia política, económica, social y laboral hay una horrible realidad para la pobre, herida y menospreciada España: ello es que tanto en Cataluña como en el País Vasco hay una mayoría, desde moderada a radical, independentista que se empeña en ignorar «democráticamente», dicen, que el único derecho  decidir sobre la suerte y el destino de cualquier territorio de España corresponde exclusivamente al conjunto de todos los españoles. Vamos, que ni Catalanes ni vascos -los censos electorales de ambas comunidades, mezcladísimos  con el resto de españoles tras tantos cientos de años de convivencia- tienen derecho  decidir sobre el destino de su territorio y población si no es decidido por la suma de todos los españoles.

Así de difíciles las cosas, los radicales separatistas proclaman abierta y descaradamente su intención de, como dicen ellos, «desconectar» de España, mientras los más moderados hablan de conseguir ese famoso derecho a decidir  fragmentado dialogando con el Estado. Entre los independentistas moderados resalta, a mi juicio, el PNV, el de más antigua tradición nacionalista moderada en cuanto a su pertenencia a España hasta ahora; satisfechos esos nacionalistas burgueses con su Concierto Económico, que les otorga, a ellos y a los navarros, el disfrute de hecho de una casi independencia económica. Es por eso que dan menos lata que los catalanes.

Tras las elecciones en Euskadi ese PNV y su tranquilo y serio líder Urkullu tienen la llave de la estabilidad de España en este momento. No ha obtenido la mayoría absoluta para gobernar el País Vasco en solitario, como el PP, con el apoyo de Ciudadanos y Coalición Canaria tampoco ha obtenido la mayoría absoluta ni simple para gobernar España. Tiene, pues, el respetable PNV ante sí o elegir en Euskadi aliarse con la izquierda radical y separatista y deslizarse por el despeñadero de la rebelión y la traición anticonstitucionalista o hacerlo con el PSOE o el PP o ambos, optando por la moderación y la estabilidad. Y en España elegir entre negar su apoyo a que el PP, con Ciudadanos y CC, forme gobierno de una vez o apoyarles y que se aleje el  peligroso fantasma de las terceras elecciones.

Si opta por las dos soluciones moderadas, en Euskadi y en España, la estabilidad nacional y no solo territorial se habrá conseguido al fin. Si hace lo contrario y se decide por separatistas y rojos radicales en Vitoria y en Madrid, la última oportunidad de salvar la unidad nacional se habrá perdido y  no quedara más solución que el Ejército, apoyándose en la Constitución y sin saltársela en absoluto (artículos 2º,8º y 116º) para impedir lo que los Partidos constitucionalistas, bloqueándose mutuamente, no han sido capaces de impedir que el gobernar España y sus Comunidades haya de ser el suicida derecho territorial a decidir su separación. No sé si estas soluciones son ideales pero no hay más horizonte para mantener la sagrada  e indivisible unidad de la Patria española POR ENCIMA DE TODO Y DE TODOS.

Lo que está meridianamente claro es que, sea como sea, la única Nación/Estado España no puede escindirse, ni tolerarse que lo haga, en un Estado catalán, otro vasco, y Dios sabe cuántos más, junto al residual de «lo que quede».

 

25 septiembre, 2016

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