Gastronomía, Madrid

Un lugar (el de Martina) amigable, rico y actual

 

Cualquiera que conozca el día y la noche en Madrid sabe que de cada rincón de la ciudad es posible extraer al menos una gota del zumo de la magia. Por el encanto, por el misterio, por la comodidad, por la gente…

La Plaza de Santa María Soledad Acosta, a la espalda de Callao, es uno de esos sitios de tránsito y de bullicio, de quedada pero también de descanso. Por sus terrazas en primavera y verano. Por sus interiores en otoño e invierno. El “lugar de Martina” recoge precisamente esa madrileñista esencia que tanto se refleja en la gastronomía: volcado sin una gota de timidez hacia el exterior y ofreciendo un comedor sin pretensiones pero moderno, actual, con el justo punto de sofisticación.

Es uno de esos restaurantes apetecibles por los planes, por la agenda, por los contactos y las compañías con el que se puede ir una y otra vez… y culpa de ello lo tiene la carta. En su amplitud, en sus sabores y recetas tradicionales, en sus aristas diferentes y sus toques que sorprenden, en sus presentaciones urbanitas.

Las croquetas de chipirón en su ali oli o de boletus son, en su generosidad y su desparrame, únicas.  El carpaccio de solomillo de buey en aceite de trufa tiene el poso de las buenas carnes, de la excepcional materia prima a la que, cuanto menos se toca, mejor. La tosta de solomillo ibérico a la mostaza antigua con crujiente de boniato es una explosión de color y rotundidad.

El “lugar de Martina” es lo que quiere ser. Seguramente por eso su éxito, su consolidación en una de las riberas de la Gran Vía tan cargadas de trabajo durante la semana y de sorpresas los fines de semana. Hay que probar.

22 octubre, 2016

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