Editorial, Madrid, Opinión

El sindicalismo en el taxi, causa de su imparable decadencia

Cuando hay un número de licencias limitado y un precio regulado para el transporte de pasajeros, la competencia está evidentemente limitada. Es la ventaja con la que ha jugado tradicionalmente el taxi y que está perdiendo, dada la revolución tecnológica impulsada por compañías como Uber o Cabify.

En los últimos meses los taxistas madrileños, malamente pastoreados desde el anacrónico sindicato Gremial Auto-Taxi, han apelado al argumento del pago mínimo de impuestos y la inseguridad para revolverse como gato panza arriba y contrapesar la soberana decisión del cliente: ir abandonando paulatinamente el taxi y apostar por otros servicios de mayor calidad y mejor precio.

Es evidente que, más aún cuando como en el caso de Madrid sus derechos no están bien defendidos, los taxistas se resistan a verse afectados por el cambio tecnológico, pero éste es un signo de los tiempos que además le hace la vida más confortable y mejor a los ciudadanos.

La responsable europea de Agenda Digital, Neelie Kroes, lo ha dicho alto y claro: “ha llegado la hora de afrontar los hechos: innovaciones como las aplicaciones de taxi están aquí para quedarse. Tenemos que trabajar con ellas y no contra ellas”.

Europa tiene un problema de crecimiento y productividad tremendo. Grupos de presión como los taxistas, que impiden la adopción de nuevas tecnologías y la reasignación de recursos en una economía de mercado, son en medida no desdeñable responsables de estos problemas.

Será una buena noticia que nuestros políticos no se dejen amedrentar por los sindicatos de taxistas en detrimento del interés ciudadano, y que aplicaciones tecnológicas como Uber, adecuadamente reguladas, puedan seguir funcionando y creciendo.

 

9 noviembre, 2016

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