Editorial, Madrid, Opinión

Resaca de Halloween: de la tragedia a la falta de categoría política

La muerte en San Martín de la Vega de una menor de 12 años por intoxicación etílica mueve a una reflexión en diversas direcciones. No se trata de identificar de forma simplona culpables, o de establecer por las buenas o las malas la figura del cabeza de turco en algún alcalde o algún responsable policial.

Se trata, en primer lugar, de identificar qué ha fallado (preventiva y reactivamente) para que hayamos tenido que lamentar esta desgracia. Y, a continuación, con serenidad pero con toda la urgencia, de tomar medidas proactivas para evitar su repetición. En este municipio madrileño o en cualquier otro de la vasta geografía española. Porque en cualquiera probablemente se podría haber desencadenado.

¿Se hacía cumplir en San Martín de la Vega la Ley anti-botellón? ¿Hay un plan estratégico en los colegios para evitar el consumo (no digamos ya la adicción) al alcohol entre los menores? ¿Se ha concienciado a los comercios de la absoluta, irrestricta, incondicional e innegociable prohibición de vender bebida a menores? ¿Hay una coordinación adecuada entre ayuntamiento y Comunidad de Madrid para afrontar este formidable desafío social? ¿Se han diseñado planes de ocio alternativos al que pasa por la simple borrachera hasta caer? ¿Qué tienen que decir los miembros de las fuerzas de seguridad del Estado sobre la anticipación y respuesta a este reto del conjunto de la sociedad?

Es tanto el material para comenzar el trabajo, es tan apremiante la tarea que la resaca de Halloween no puede desembocar en un alcalde, Rafael Martínez, acusando al portavoz de la oposición, Ignacio Mendoza, de orquestar una campaña para que se dé publicidad a la desgracia en diversos medios nacionales, incluidas televisiones. No es esa la talla política que demanda el momento.

El regidor de San Martín de la Vega debiera ser el primero en no intentar minimizar u orillar el dramático impacto que ha tenido esta desgracia en las familias de toda España, que se preocupan por lo que ocurre o deja de ocurrir cuando sus hijos de 16 ó 14 (ó 12 años!) salen de su casa por la tarde para divertirse un rato. No es necesario (ni siquiera suele ser útil) lo de ‘teledirigir’ a periodistas. Muchos de ellos ven en este funesto desenlace un riesgo para sus propios hijos que también ellos desean evitar. Compréndalo, señor alcalde.

 

9 noviembre, 2016

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