Madrid, Opinión

Albert Rivera, el principito

El señor Albert Rivera está pasando unas vacaciones metafóricas de principito en La Moncloa. Es como ese niño pobre que recoge una familia pudiente de los cuentos de nuestra infancia. Todos, de pequeños, hemos pasado alguna temporada en casa de unos tíos ricos. A Albert Rivera lo tienen recogido o de temporada, entre Mariano Rajoy y Elvira Fernández. Mariano le da consejos para el mañana político y doña Elvira le prepara unas riquísimas empanadas gallegas.

Albertito, en sus vacaciones de Moncloa, se está portando como un niño bueno, lejos de las madrastras del PP, Esperanza Aguirre, Cristina Cifuentes, Celia Villalobos y todas esas, que le pudieran meter el demonio político en el cuerpo. Albertito Rivera se lava las rodillas todos los días, antes de presentarse en el comedor, y sobre todo ha aprendido a callar. Lee los periódicos, ve la tele, oye hablar de subidas en la factura eléctrica, de errejonistas, congresos, susanistas y sanchistas, guerras intestinas y conflictos varios, pero en la mesa guarda silencio, come y calla, como deben hacer los niños, y más un niño invitado.

Está viviendo Rivera su temporada de principito, su delfinato, y lo hace muy bien y siempre con las uñas limpias y las orejas. Rajoy le ha hablado vagamente del futuro, de que un día, del impulso democrático, de la continuidad democrática, de que a lo mejor, de que más vale. Esas cosas confusas y esperanzadoras que dicen los padrinos, y que nunca se cumplen, pero ayudan a pasar una infancia feliz.

Hay dos maneras de tener a un niño calladito: la televisión y Mariano Rajoy. Mayormente cuando el niño es Albert Rivera.

Con lo que está pasando es el momento de abrasar al Gobierno con preguntas, con ideas, proyectos y sugerencias. Es el momento de hacer oposición, pero a Rivera lo han vuelto a reelegir presidente de Ciudadanos y prefiere sacar buena nota a ser el líder de la gran contestación.

Ya no hay derecha, ni oposición, ni izquierda, ni sindicatos ni nada. Cuando Rajoy ve venir de lejos a un rival, ya no le combate ni se le enfrenta. Sencillamente, lo mete en el Kindergarten de Moncloa.

@marisaarcas

28 enero, 2017

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