Madrid, Opinión

Nada nuevo bajo el sol: las viejas raíces de los “nuevos populismos”

El populismo es un amplio movimiento social, que muchos políticos quieren aprovechar, que se fundamenta en la existencia cierta de una injusticia grave y evidente, que se nutre de clases populares y medias agraviadas e indignadas por la desigualdad, que se expresa en forma de denuncia simplista y que propugna soluciones tan drásticas como utópicas. Puede terminar provocando una ruptura radical, bajo la apariencia de una reforma, pero siempre degenera en una dictadura real, aunque guarde aparentemente las formas de una democracia.

Corría el año 133 AC cuando Tiberio Graco, miembro de una de las grandes familias de Roma y héroe de la guerra con Cartago, viendo la precaria situación de los campesinos se comprometió con el reformismo. Elegido tribuno de la plebe, presentó una Ley para reinstaurar a los pequeños agricultores en parcelas de tierra pública, pero antes de ser reelegido fue asesinado por una pandilla de senadores y matones. La misma suerte que corrió su hermano, Cayo Sempronio Graco, tras haber seguido una trayectoria similar.

A partir de ahí la historia de Roma se despeño por una sucesión de complots, guerras, asesinatos masivos, represión y dictaduras (personales o en forma de los llamados triunviratos) pero siempre el conflicto subyacente era la protesta de los plebeyos contra la oligarquía patricia, atrincherada siempre en el Poder. COMO AHORA DESPUÉS DE VEINTE SIGLOS.

Julio Cesar -el más distinguido patricio pero no oligárquico- se puso al frente del partido populista y tras el ensayo/componenda del primer triunvirato, junto a otro general, Pompeyo, y el plutócrata, el hombre más rico de Roma, Marco Licinio Craso, se hizo con el poder absoluto después de derrotar a Pompeyo y deshacerse de Craso. Y nunca llego a saberse lo que Cesar hubiera hecho al frente del populismo porque la facción más obtusa de la oligarquía senatorial lo asesinó como a los Gracos anteriormente.

Le sucedió su sobrino Octavio, que consolido el poder absoluto como «imperator», respetando formalmente las instituciones republicanas y democráticas, y Roma siguió en manos de la oligarquía ampliada. Por eso Ronald Syme escribió estas tremendas palabras en su clásica obra «La Republica romana»: «en todas las edades, cualquiera que sea la forma y el nombre del Poder, sea monarquía, república o democracia, detrás de la fachada se oculta una oligarquía que es la verdadera clase dominante de todos, empezando por el propio Poder».

Y seguimos igual, porque esa clase dominante eterna sabe, y organiza a través de los muchos foros tipo Davos, QUE SIN DINERO NADA SE PUEDE HACER Y QUE ES ESO LO QUE HAY QUE DOMINAR Y NO EL PODER NOMINAL.

5 febrero, 2017

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