Madrid, Opinión

Washington: la marcha del bien contra el mal

Centenares de miles de personas se han manisfestado en los EEUU en defensa de los derechos de las mujeres y para protestar contra la elección del nuevo presidente. Como estamos en los EEUU, las estrellas del mundo del espectáculo han sido elevadas al rango de portavoces de este movimiento popular. La más elocuente de ellas (la más bocazas, en román paladino), Madonna «la asquerosa» (Trump dixit), ha hablado claro y alto: esta manifestación es la del bien contra el mal. Ni más ni menos. Nos lo temíamos.

«El Bien no ha ganado esta elección, pero el Bien acabará por vencer«, ha declamado la que ofreció en su día hacer felaciones a cambio de votos para Hillary Clinton. Por lo visto la autoproclamada conciencia de «America the beautiful» ha aprovechado una pausa en el debido cumplimiento de su inusitada promesa para encabezar una nueva revolución y de paso amenazar con hacer volar por los aires la Casa Blanca. Su arenga ha concluido con una vibrante llamada al buen rollo de los progresistas del mundo mundial: «¡Bienvenidos a la revolución del amor!» Eso del amor a base de escupir odio y reventar gente y cosas suena a «dejá vu», por cierto. Los izquierdistas y los cortadores de cabezas islámicos están todos motivados por un similar amor.

La revolucionaria sin bragas considera, está claro, que la Clinton es la encarnación del Bien. Esta señora es un ángel blanco, de todos es sabido. Siendo secretaria de Estado planificó la destrucción de Libia, un país donde la condición de las mujeres era notoriamente avanzado, incluso según parámetros internacionales, no únicamente considerando el entorno cultural y religioso del país. Al parecer Madonna, especialista en hacer procacidades en sus actuaciones «artísticas», considera a la Clinton un modelo de virtudes feministas. Ésta es una criminal de guerra que ordenó la matanza de decenas de miles de libios, incluidas muchas mujeres. Esta política corrompida (y posiblemente demente), que ha recibido dinero para su campaña de una monarquía medieval (Arabia Saudita) donde las mujeres adulteras son decapitadas en plaza pública, ¿es acaso una referencia moral en favor de la lucha por la igualdad y los derechos de las mujeres? Y recordemos la repugnante obscenidad de la entonces secretaria de Estado cloqueando de gusto ante el asesinato del dirigente libio: «¡Hemos ido, hemos visto y él (Gadafi) ha muerto!» ¿Son estos los valores y los comportamientos que tanto ama la izquierda?

Los manifestantes de Wahington han aplaudido a rabiar a Madonna, sin darse cuenta de que cualquier crítica hacia Donald Trump no puede borrar el hecho de que el presidente saliente ha bombardeado 7 países al ritmo de 72 bombas por día durante todos los días de sus 8 años de mandato. El Premio Nobel de la Paz se ha mostrado todo un campeón del pacifismo fuera de serie.

¿Cuántos de esos manifestantes (de aspecto y maneras tan familiares en este tipo de fauna a lo largo de todo el planeta) se han pronunciado contra el infierno desencadenado por los «boys» de los EEUU sobre el terreno en los escenarios bélicos que actualmente ensangrientan el mundo? ¿Cuántas manifestaciones han protagonizado contra los yihadistas financiados y armados por la administración Obama?

El odio anti Trump pone en evidencia una situación obscena: los izquierdistas de ambos sexos perdonan más fácilmente la devastación de un país, si éste es llevado por los planes de los amos del mundo, que unas frases soeces atribuidas al nuevo presidente. Demuestran una indulgencia notable con el bombardeo de poblaciones civiles, pero se vuelven histéricos/as por unas palabras indecorosas de Trump.

Esta escala de valores no es nueva. Estas muchedumbres se movilizan en favor de sus derechos supuestamente amenazados, pero les importa menos que nada la suerte de pueblos enteros víctimas de un imperialismo devastador del que son cómplices. Poco les importan que Obama haya sembrado el caos y la muerte y que la Clinton prometiera seguir por esa línea. Los autoproclamados progresistas  se ponen al servicio del poder imperial y del capitalismo más salvaje si consideran que eso sirve a sus intereses. Berrear en las calles contra «Trump el Malo», es para esa izquierda un ejercicio que tiene virtudes catárquicas. Eso les permite comprarse una buena conciencia a buen precio sobre las espaldas de otros, limpiándose de las suciedades acumuladas de una presidencia indigna contra la cual nunca levantaron la voz.

Las estrellas del «showbusiness» no han tenido empacho en demostrar su falta de decoro, su impudicia, su enfermiza inversión de valores y su pervertida escala de prioridades. La cantante Alicia Keys, otra que nunca hemos oído decir palabra contra la criminal agresión de su adorados Obama y Clinton contra naciones y pueblos, ha tenido la ocurrencia de avisarnos con seguir con su protesta «hasta que la seguridad el planeta deje de estar en peligro y que dejen de caer bombas sobre países!». ¡Que magníficas palabras! Hay que decir que la cantante fue una de las más entusiastas partidarias de Hillary Clinton, cuyo programa no era precisamente hacer llover café en el campo, sino intervenir en Siria para completar su destrucción, y en cualquier otro lugar que le mandaran sus amos en la sombra. Tal vez alguien hubiera tenido que comunicarle que de momento Trump no ha bombardeado a nadie ni puesto en peligro al mundo, que eso es lo que ha hecho Obama durante toda su presidencia.

La estupidez de esta gente no tiene parangón más que en su hipocresía. O tal vez son simplemente esquizofrénicos. No, mejor aún: sinvergüenzas.

 

@yolandamorin

7 febrero, 2017

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