Madrid, Opinión

Cuando el arte vive de recuerdos

En estas calendas, el arte vive de sus recuerdos, muere de lo que fue, se reconstruye y se deconstruye continuamente, esperando que el hallazgo surja de este juego, buscando el genio por acumulación. Calidad hay a raudales en la 36ª edición de Arco, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, sólo que nadie tiene nada que decir, porque este milenio es mudo, sublunar, y trata penosamente de encender otra guerra mundial por reavivar de alguna forma la candela de la Historia. A los artistas se les derrumba encima, silenciosamente, incesantemente, la callada deflagración de un tiempo sin ideas, de un mundo sin melancolía, y tanto color, grito, contorsión y novedad no son sino las abrumaciones venideras de su propia vida. No hay nada que hacer, nada que decir, sólo endilgar a algún pudiente caprichoso, una escultura de Juan Múñoz, por la módica cantidad de 1,5 millones de euros, o un óleo de Dalí, “El triunfo de Nautilus”, por 1,4 millones de eurazos, mientras que los desheredados de la fortuna, los que no llegan a fin de mes, pueden llevarse a casa por cincuenta euros un libro de arte.

ARCO es grandioso y vacío, populoso y muerto, porque también el arte ha dicho su última palabra y los JP Morgan del mundo tienen ya los tesoros y los matisses de la centuria en el arsenal de los misiles. El arte es la dimensión peligrosa de la vida, pero los coleccionistas trilaterales han ido encerrando lingotes de arte en sus cajas fuertes, la pequeña burguesía vuelve a comprar floreros y la novísima generación se aburre en ARCO porque tuvo ya un parvulario vanguardista y no hay nada que la fanatice.

Esos Picassos degradados, Dalís deteriorados, abstractos en retales, los viejos paraísos del pop, como hace cuarenta años, el realismo violentado y el hiperrrealismo en retirada, creadores que se sienten de vuelta sin haber estado jamás de ida. Los argentinos, los portugueses, los belgas… tienen mejor factura, todo es bueno, todo es diferente y todo es lo mismo. La crisis no es de ARCO, la crisis es de este tiempo. El arte nace de la pasión o el cabreo. Dijo el poeta, novelista, dramaturgo, pintor, diseñador, crítico y cineasta francés, Jean Cocteau, que “donde mejor canta el pájaro es en su árbol genealógico”, y lo que hemos perdido es el árbol genealógico. Más de cien años de vanguardia, grito y alegría caen, con la tarde temulenta de la Casa de Campo.

@marisaarcas

 

25 febrero, 2017

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