Madrid, Opinión

El debate migratorio, el Papa Francisco y Donald Trump

El indiscutible problema migratorio está dividiendo evidentemente al hasta ahora llamado mundo libre, occidental o euroatlántico; vamos, la suma de la UE y EEUU, con el aditamento iberoamericano.
 
Por un lado los que pudiéramos denominar «francisquistas», con el Papa Francisco a la cabeza, confusos partidarios de libertad igual a migración libre y sin control alguno, amparándose en los derechos humanos y la solidaridad. Y por otro lado los que también imaginativamente pudiéramos llamar «Putinistas/Trumpistas», con Putin y Trump a la cabeza, aunque diferentes en las formas, partidarios estos del férreo control migratorio, sobre todo el de origen musulmán.
 
Creo, en lo que respecta a la opinión pública, que todos deberemos pronunciarnos ante nosotros mismos porque el dualismo antes definido avanza y más pronto o más tarde va a influir en el voto en todos los rincones de EuroAmerica.
 
De momento está claro que proliferan los contactos de los llamados ultranacionalistas/populistas eurooccidentales con  sus homónimos rusos, que son el apoyo de Putin, el líder indiscutible e in discutido de una Rusia precursora en afrontar el problema migratorio y terrorista descontrolado caucásico y checheno, fuente de desestabilización política y social.
 
Es evidente que la migración libre y utópico humanitaria «Francisquista» es peligrosísima e insostenible desde un punto de vista realista. Basta escuchar los propios testimonios de occidentales enrolados en el Estado Islámico que lo definen como «coladero» de terroristas o nuestra propia experiencia española ceutí y melillense con cientos de subsaharianos inasumibles asaltando nuestras fronteras africanas casi a diario.
 
Pero, del mismo mal modo extremista, no se puede ni debe confundir control migratorio con corte drástico y exigente de tal corriente normal tras el efecto llamada. Por lo que pienso se impone algún procedimiento comúnmente aceptado de control documental, numérico y selectivo. Es muy lamentable que haya tantos millones de seres humanos dispuestos o empujados a huir de sus Países porque en ellos no se respetan los derechos humanos más elementales, pero es imposible, por muy «Francisquista» que se sea o sienta uno, admitir sin recursos ni cualificación en su inmensa mayoría a tantos como quieren instalarse en el mundo occidental.
 
Los ultranacionalistas/populistas nos levan, por contraste, a la xenofobia como defensa y a los gobernantes casi dictatoriales para imponerla, mientras que la debilitada «desdemocracia» nos deja al albur de la libre aceptación de todo el que quiera  largarse de sus mediocres países, que es donde debería abordarse el problema. ¿No habría manera de encontrar un inteligente  punto medio, donde siempre «esta la virtud»? Me temo que no y que, en defensa propia frente al terrorismo islámico extendido por todo Europa y EEUU, terminará imponiéndose la xenofobia y el racismo, como pretendido mal menor.
2 marzo, 2017

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