Madrid, Opinión

Isabel Pantoja, ¿será usted España?

Al revés que aquel general que no claudicaba ni ante la evidencia, a mí la celebridad ajena me desarma. Aborrezco aquéllo de  “algo tendrá el agua cuando la bendicen”, y aunque el interés que despierta viene de lejos, yo no consigo entender todo ese entusiasmo por Isabel Pantoja. Esta señora lleva encima la carga de un matrimonio de cartel, una viudez de primera página, amores despechados, tribulaciones judiciales, y la admiración de miles de marujas. La Pantoja prendió en una España suburbial, de patio interior oliente a cazuela recalentada y caló en el giganteco ruralismo andaluz, una mesocracia provincial, que ella cautivaba a golpe de bata de cola.

Quizá la Pantoja guste a tantos tan distintos porque somos legión los que nos levantamos cada mañana no confiados en otro amanecer sino olisqueando ceñudos la posibilidad de otra desdicha. Puede ser. A la postre, Isabel Pantoja, y me excusaran la comparación, es como ese toro negro que anunciando un coñac vigilaba nuestras carreteras entre los alcores y que en un pasado no lejano nos dio por identificarlo con España. Eliminada la publicidad comercial de nuestras rutas terrestres, quinientos toros se redujeron a la nada, y nadie había caído en ello hasta que una noticia, dando cuenta de que el socialista Borrell los estaba exterminando, nos puso al borde de otro motín como el de Esquilache y no porque nos acortaran las capas, nos desembozaran y nos recortaran el chapeo sino porque nos derribaban el toro de los caminos. Pues con Isabel Pantoja pasa lo mismo, la está aclamando ahora España como si cayera en la cuenta de que antes le habían estado hurtando algo.

Isabel Pantoja carga y redondea todos los tópicos: el noviazgo virginal con el matador despechado en amores anteriores, la madre en permanente estado de “carabina”, la boda por todo lo alto, la precoz viudez desparramada en una plaza y pasiones de estraperlo que le hicieron dar con sus huesos en chirona.

De gitana sólo tiene la querencia, y el dolor de no haberlo sido por completo. Y es que, personajes como Isabel Pantoja, nos ponen muy difícil comprender a esta España que, pudiendo, no termina de arrancar. Aún nos domina el arquetipo del tópico: cantaoras y toreros, majos y chulapas, cornadas y navajas en la liga, terribles amores abrevados en las safenas abiertas de un pitón. El día en que historias como la de Isabel Pantoja no sean noticia, habremos alcanzado, al fin, la modernidad.

@marisaarcas

5 febrero, 2017

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