Opinión

CALVARIO A AGRADECER: hablemos de la lucha contra el cáncer

 

Es verdad que vivimos tiempos, en comparación con el pasado, privilegiados, en lo que se refiere a asistencia sanitaria y el progreso técnico y tecnológico de la misma (privilegio que deja de existir si hablamos, que no es el propósito que estas líneas, de listas de espera y demoras de meses en las citas), lo que no disminuye sino que ¿afortunadamente? aumenta lo que podríamos llamar el calvario de las pruebas, sobre todo cuando se esta en las zarpas del maldito cáncer.

 

Es horrible lo que se siente esperando la realización de esas pruebas y su lógica incomodidad, tanto en el fuero interno de quien lo sufre como en el entorno del paciente, que también lógicamente  casi todo el tiempo impregna de ansiedad e incluso algo de ese tiempo de espera se convierte en injusta ira inconformista con el mal y con la que, aun sin pretenderlo, se hace victimas a los de alrededor.

 

Sobre todo dos de esas pruebas son particularmente espantosas en su espera. Y no se sabe cuál de las dos es peor. La primera, por inicial y tantas veces inesperada, es el análisis vulgarmente conocido por biopsia. Esa que a quien no lo padecía, en su trayectoria habitualmente silenciosa, o no sabía que lo padecía, anuncia la funesta nueva del cáncer.

 

La segunda es la conocida por las siglas de PETAC -espero decirlo bien -que te va a llevar al conocimiento de si, además del cáncer inicial, padeces metástasis o extensión de la neoplasia cancerígena a otros órganos o miembros donde no estaba. El horror de la espera de los resultados de ambas pruebas no es comparable a nada, como no sea a la antesala de una ejecución.

 

Si ya eres víctima «veterana» de una o de las dos pruebas reseñadas, luego llega el calvario del quirófano y/o los tratamientos radio y/o quimioterápicos, en intento de curar o detener el insidioso mal. Después de ambas posibilidades, o las dos a la vez, llega el último de los calvarios, este periódico; el de las revisiones, con su carga de incertidumbre y angustia. Y todo puede «completarse» con la discrepancia de opinión entre los médicos, dejando al paciente la ultima decisión sobre la forma de irse al otro barrio.

 

Empecé estas líneas admitiendo el privilegio del progreso medico y sanitario, pero, por Dios, que en ocasión de esas esperas angustiosas hasta quizá se siente nostalgia de tiempos pasados, en los que la muerte llegaba en verdad mucho antes pero sin estos calvarios de pruebas y sus consecuencias.

Manuel Monzón

6 abril, 2017

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