Opinión

Los franceses han tenido miedo de saltar al vacío extremista

La Vanguardia

Aparte de la imparable decadencia de los grandes Partidos tradicionales de las democracias occidentales -conservadores y socialistas – se han venido concretando dos amenazas para la democracia misma: el populismo izquierdista antisistema, descamisado y mal encarado, descaradamente insumiso, que niega todos los valores tradicionales, cristianos y patrióticos. Junto a ese extremo ha surgido, o mejor resurgido, el ultraderechismo nacionalista, antieuroepeo y también insumiso y más contrasistema que antisistema, solo que este sí reivindica y no niega los valores tradicionales cristianos y patrióticos.

O sea, dos revoluciones frente a frente, para nada democráticas, una anarquista y otra ultranacionalista, sobre las cenizas del bipartidismo.

Frente a ese doble empuje desde los extremismos novedosos, ¿qué podían hacer, en el pre-panorama electoral francés, esas dos antiguallas, llamadas Partido Republicano o de derecha conservadora, y el Partido Socialista, de «izquierdeta» mas que superada?. Pues esta claro que NADA que no fuera estorbar con sus paupérrimos porcentajes previsibles de inmovilistas  al «choquetazo» de los dos antisistema.

En semejante escenario cundió el pánico entre el europeísmo oligárquico/capitalista/masónico y los poderes ocultos de siempre se pusieron a la tarea urgente del «continuismo salvador».

¿Serviría al efecto crear o recrear un Partido nuevo sobre las viejas estructuras bipartidistas? Estaba claro que NO; que ni el fenecido «orgullo rojo» ni el periclitado «orgullo conservador» iban a servir de plataforma reformista; ni siquiera la palabra o termino «Partido». ¿Que,entonces? Pues muy sencillo: crear un «movimiento centrista», ni de derechas ni de izquierdas, pero siempre respetuoso con el sistema capitalista y oligárquico financiero. Es decir, un «populismo de derechas», presumiendo también de antisistema, pero………poquito.

Y fueron y se buscaron algo tan poco original como una versión francesa del nefasto Adolfo Suarez del pasado o el tontucio del Albert Rivera de la actualidad. Una creación descarada de la derecha para oponerse al doble empuje extremista. Tan descarado que se han permitido poner a su frente, como esperanza regeneracionista, nada más y nada menos que un alto y brillante funcionario de la Banca Rostchild, el nombre judío mas importante de la oligarquía global, y ex Ministro de Economia del siniestro Hollande, el joven Macron.

Movido por el miedo al salto en el vacío extremista, el pueblo francés le ha otorgado el primer lugar para la segunda vuelta electoral y la casi seguridad de su triunfo en ella para llegar al Elíseo porque, por si no lo sabían, derechistas y socialistas se han apresurado, sin esperar un minuto, a pedir el voto para Macron.

Segunda vuelta que esta clarísima: todos los miedosos «sistemistas», que son  la gran mayoría, contra los «fachas» de Le Pen y los insumisos de Melanchon. Vamos,el 60% largo contra el 40% corto de los rebeldes. No tanto como cuando Chirac batió en otra segunda vuelta pasada a Le Pen padre, con un 81% frente a un triste y aislado 19%, pero todavía triunfo holgado y mas que suficiente para «lo de siempre».

Y la Bruselas «euromasónica» tan contenta y haciendo dispararse las bolsas, esos artilugios capitalistas que el 85% de los ciudadanos no disfrutan ni saben lo que son.

Manuel Monzon 

27 abril, 2017

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