Opinión

El guerracivilismo latente en una España civilizada

El afamado ensayista alemán, el señor Hans Magnus Enzensberger, nos cuenta en su obra, Perspectivas de guerra civil, publicado por Anagrama, que hay unas treinta guerras civiles funcionando por el mundo, más el guerracivilismo latente en muchos países de apariencia civilizada, avanzada y pacífica. Ahí entramos nosotros, los españoles.

Hans Magnus ha entendido lo de ETA como guerra civil, nosotros no, aunque recordemos el atroz cautiverio de Ortega Lara y nos llevemos las manos a la cabeza por tantas viudas que nos ha dado el descerebramiento etarra. Parece claro que hay una guerra civil entre el Real Madrid y el Barcelona, entre las televisiones (todas contra todas), entre la Iglesia y el Estado, entre los amantes del arte de Cúchares y los antitaurinos, entre la Bolsa y el Banco de España, entre las múltiples vírgenes que pululan la Semana Santa, entre Pablo Iglésias e Íñigo Errejón, aparte el PSOE, que vive en continua guerra intestina, antes y después del congreso de la cosa. El sainete socialista ha dejado las cosas claras. Pedro Sánchez quiere tomar el poder por la vía blanda, facilona e inconsistentente de la demagogia barata, del populismo a rienda suelta, apelando a eso de la “sociedad civil”, peligroso pleonasmo que puede significar hasta lo peor.

Alguien en un alarde de estulticia ha hablado de que un Gobierno catalán en Madrid no sería nada insólito. A una lo que le parece insólito es que los gobiernos quieran elegirse por nacionalidades, por regionalidades, por etnias, y no por capacidades, talentos personales y afinidades electivas o políticas. Es cómo si dijéramos: el próximo mes les toca a los murcianos en la Moncloa. O los riojanos como Gobierno de Jornada. Y para el otoño una pasada por los castúos. En caso de crisis severa un Gobierno maragato o lagarterano, que también mola. Y cuando prime Andalucía, un Gobierno de traje corto y faralaes. Ese zumbadillo que pretende sustituir los partidos por etnias, y la democracia por el folclore, está haciendo asimismo la guerra civil. Eramos pocos y parió Carmena. Hay una guerra civil entre Belén Esteban y su representante por decidir quién de los dos se quedó con el parné. Y en este plan. No respetan ni la siesta.

La sociedad española, en fin, está crispada, vive en guerra civil doméstica. Hay un populismo blanco, blanduzco, flácido y blandengue que viene por las vías blandas: la tele, el video, la demagogia de medio pelo, la teta y el perrito. La televisión no es sino un gueto con televisión en este guerracivilismo civilizado.

Por Marisa Arcas

@marisaarcas

2 julio, 2017

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *