Opinión

La encíclica de Zapatero sobre Venezuela

 

Llegan de Maracay, de Cumaná, llegan de Tucupita y San Juan de Los Morros, son una oscura masa de venezolanos que ocupan la capital, Caracas, y las páginas de los medios de comunicación internacional. El fuego ha nacido del hombre o el hombre ha nacido del fuego. El señor Maduro, sátrapa de lo suyo, quiere arreglarlo con palabras traicioneras. Han confundido, ya lo dijimos aquí, la revolución con un simposio.

La revolución crece de sí misma, como el mar en crecida. Y todavía aquel Estado del Hambre, se pretende llamar Estado de Derecho. Le reprochan al venezolano de a pie su fúsil de cartón, cuando Maduro y sus acólitos han sacado los tanques de sangre y de retórica, ese tractor ominoso de las grandes cosechas de muertos. “Fervor de Buenos Aires”, escribió Borges líricamente. Fervor de Venezuela vindicativa. La miseria toca allí su guitarra, la desolación tiende sus sábanas y pone a secar mortajas de cal. Los culpables, los dueños del hambre, están en el país mismo, hablando el español de la estafa y comiéndose unas arepas con guinda de sangre. Maduro, en su inmensa estulticia, cantinflea que esto lo ha movido el imperialismo yanqui.

Ahora el mundo aguarda la encíclica de José Luis Rodríguez Zapatero, el peor presidente de la España democrática. El planeta espera la pastoral vendida, oficial y oficiosa de ZP, el gran clérigo intelectual de Maduro y sus compinches, traidor a la libertad, a la democracia y a los derechos humanos. Qué bien colocado va a quedar en la Historia, cuando venga en una página impar de la Británica, explicando como una algarada municipal desembocó nada menos que en la tercera o cuarta revolución de Venezuela contra el virreinato de Tirano Banderas, contra el gótico florido de sus promesas, contra la elocuencia colonial de sus pistolas. Y quien dice Zapatero dice los otros, la orla de “coletas” y pensadores de periódico que ven y oyen lo que pasa, pero qué van a hacer, desde sus febles columnas telegráficas, ante el paso solemne del déspota Maduro y su alfombra de nudos opresores, cada nudo un sofisma, una mentira, un dato, por adecentar la mierda, por levantar la erudicción del crimen en torno a la figura venerada del tirano. Pena de rojos españoles, tan libres con Polanco y Cebrián como con Franco, callando lo que saben, explicando también en grandes cenas, su propia culpa, mientras se dialectiza y se hace tarde, mientras Venezuela se muere de hambre.

 

Por Marisa Arcas

@marisaarcas

9 julio, 2017

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