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«España necesita pasar de la partitocracia a la democracia»

Lorenzo Abadía, analista político. Imagen: Estrella Digital

 

Su último libro es «Desconfianza: principios políticos para un cambio de régimen». Lorenzo Abadía hace una exégesis atrevida, contracorriente, políticamente incorrecta, rotunda e incómoda para el poder establecido sobre la situación que atraviesa España: un presente incierto y un futuro con no pocos nubarrones que no descargarán nunca contra nuestra clase política. ¿Por qué será?

  • ¿Están ayudando los nuevos partidos políticos como C´s o Podemos a la regeneración de la vida pública en España?

Ambos son partidos que no han dispuesto tan apenas del poder ejecutivo, y aun habiéndolo tenido, porel poco tiempo que llevan, es difícil calificarlos debido a que la corrupción suele tardar en aflorar. Hay que examinarlos, más bien, en función de sus programas y de la presión que ejercen sobre los partidos que ostentanel poder.

Aquí sí hay una gran diferencia, de carácter cualitativo. La corrupción es la consecuencia, fundamentalmente, de la ausencia de libertad y de la falta de control institucional. A Podemos sólo le interesa la desvinculación entre lo público y lo privado. Sus propuestas consisten en restar poder y libertad a la sociedad civil para dársela al Estado, sin pretender que éste se someta prácticamente a ningún control. La mejor prueba de ello es que en su programa no existe la separación de poderes, máxima democrática desde Locke, y como mínimo desde Montesquieu, hace más de dos siglos y medio. Claro, yo entiendo que pedir a los herederos del autor de la frase “¿Libertad?, ¿Para qué?” que apuesten por ella es como pedirle a Rajoy que haga algo. Es ingenuo esperar de un movimiento reaccionario cualquier atisbo de libertad. Y sin ella, no hay regeneración posible en España.

Respecto a Ciudadanos, la cuestión es de carácter cuantitativo. Uno podrá estar más o menos de acuerdo en el calado de sus propuestas. La fórmula electoral y el modo de separar el poder que proponen, a mi modo de ver se quedan cortos, pero sin duda discurren por un camino más o menos sinuoso que lleva a mayores cotas de libertad política.

  • ¿Hasta qué punto la corrupción ha socavado los cimientos de la confianza de los españoles en la política?

Profundamente. Pero lo más lamentable es que el español todavía no conoce la causa de su indignación. Ante la oligarquía de partidos que produce el sistema electoral de listas y que es la principal fuente de corrupción, acepta que le propongan otro sistema de listas, aunque sean abiertas. Seguiremos indignados ad eternum

  • ¿Necesita la Constitución Española una mano de chapa y pintura?

España necesita pasar de ser una partitocracia u oligarquía de partidos a una democracia, donde el ciudadano sea el que controle a la clase política. Ese gran cambio cualitativo, no precisa de ningún procedimiento traumático que cuestione otros elementos nucleares, como la unidad de España o el sistema de libertades civiles, que en estos momentos hay que defender a todo precio.

  • Plantear que España necesita un cambio de régimen, ¿no es desmedidamente revolucionario?

Desmedidamente no. Revolucionario sí. Porque no hay nada más revolucionario que la libertad. Yo planteo una revolución que se logra a través de un cambio en la ley electoral, para lo cual, todavía existen dudas entre la doctrina más granada respecto a si hace falta una reforma constitucional para implementarla.

Imagen: www.lainformacion.com

  • ¿Qué hemos de mantener y qué retocar del edificio de la Transición?

La Transición nos hizo salir pacífica y ordenadamente de la dictadura y nos introdujo a la libertad. Pero para ello, forzadamente o no, instituyó una oligarquía de partidos con un modelo territorial suicida. Eliminar la partitocracia y apuntalar la unidad de España son los retos más importantes y perentorios que tenemos los españoles. Y se logra implantando la figura del diputado de distrito, modelo que practican las democracias más antiguas y avanzadas del mundo, como E.E.U.U., Francia y Reino Unido, y por otro, revisando el Estado de las autonomías.

  • ¿Es nuestro régimen más partitocrático que democrático?

Sin duda, las cúpulas de los partidos políticos, mientras sigan existiendo las listas electorales, son las que sientan a los diputados en el Congreso. Y al ser así, los diputados son fieles funcionarios de partidos, que, en vez de defender los intereses de sus votantes, actúan de una forma lógica, trabajando para sus verdaderos jefes. Saben perfectamente que para seguir en el Congreso necesitan que su jefe de partido así lo disponga. Los votantes no influyen mientras no les hagan presentarse personalmente ante ellos, lo cual es imposible sin una reforma electoral que implante la figura del diputado de distrito.

  • ¿Qué hacer con el Estado de las Autonomías? ¿Tiene sentido caminar a una España federal?

El abismo que se está abriendo ante la sociedad española es tan grande que parece que cualquier solución que lo parchee puede resultar válida. No es así. El federalismo supondría un error de magnitudes históricas. Supondría reconocer gratuitamente lo que la historia niega, el carácter de estados a los miembros de la hipotética federación. De allí al derecho de autodeterminación, dada la falta de homogeneidad actual, como se encargó de precisar Carl Schmitt, sólo habría un paso.

Creo que no somos conscientes del momento que vivimos y de las repercusiones que tendrá en el futuro si no actuamos bien y a tiempo. Jurídicamente, el modelo autonómico necesita una reformulación que devuelva las competencias troncales al Gobierno de la nación, de las cuales, la más importante de ellas es Educación. Sociológicamente, esto es lo más importante, es necesario el presidencialismo como forma de Estado para recuperar el patriotismo. Como republicano, estaría dispuesto a compatibilizar el presidencialismo con la monarquía, pues no es momento de cuestionarnos nada que no sea absolutamente necesario.

  • ¿Está en crisis el principio de representación, básico para que los ciudadanos confíen en sus políticos?

Los ciudadanos no tienen que confiar en los políticos sino en el sistema, que basado en la desconfianza, hace que los políticos no puedan salirse de su responsabilidad sin pagar por ello. No es un juego de palabras. Es un análisis sesudo de la naturaleza del poder y de la condición humana.

  • ¿Podemos colegir, a la luz de los acontecimientos, que la división de poderes sigue muerta y enterrada?

Sí. Pero no la mató Alfonso Guerra sino la Constitución del 78. Un texto que permite que una ley orgánica anule la separación de poderes no es una Constitución democrática. El artículo 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) llegó a decir que ni siquiera tiene la condición de Constitución.

  • ¿Cuál es el mensaje que le gustaría que el lector se quedase tras leer “Desconfianza”?

Muy sencillo. Si los ciudadanos queremos que los políticos trabajen para nosotros, más vale que primeramente les hagamos depender de nosotros.

Marisa Páramo

@marisaparamo

 

5 septiembre, 2017

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