Opinión

Los nacionalismos, folclóre de medio pelo

Cataluña se autodetermina como “nación” en la mente de Puigdemont y sus secuaces. Esta tediosa maniobra de los separatismos pedáneos se ha convertido en una temeridad política. Bueno ¿y qué? Porque algunos ven posible que esta utopía, mercantil mayormente, se convierta en realidad, pero hay realidades que no sirven para nada. El error está en poner a la venta una idea sin ningún contenido ni ventaja, salvo la fascinación del planteamiento en sí mismo. Cataluña será más Mediterráneo, Cataluña tendrá más telares y cantautores, como las Vascongadas más versolaris y Galicia más horreos. Bueno ¿y qué?

No basta con que un proyecto sea atractivo y popular, sino que hay que meterle algo dentro. Básicamente, legalidad, solvencia, responsabilidad y mesura. No se empieza por la política retórica que sueña localismos. Cataluña, que nos asombra por su capacidad  para producir más pueblos, más telares, más dinero y más vida, dejará de interesarnos cuando empiece a repetirse a sí misma, esto es, cuando empiece a ser el logrado retrato de lo que no es. Así, las Vascongadas son hoy una provincia que se realiza sin renunciar a ninguno de los versolaris vascos en la cuerda lírica o en la cuerda industrial. A las Vascongadas no la hacen los crímenes de ETA y tampoco los caudillos de la retórica pedánea. Las Vascongadas ya están hechas desde hace mucho tiempo.

Los separatistas, los folcloristas, los internacionalistas de las Vascongadas han acabado siendo una lograda caricatura de sí mismos. Bueno ¿y qué? Galicia puede volver  a ser una reinvención de lo galaico, entre Rosalía, Valle-Inclán y Cela. Bueno ¿y qué?. En lo que está empeñada la España profunda es en rubricarse mediante crueldades inútiles, sobreabundancias estériles y localismos baldíos.

La independencia de Cataluña, que algunos autoderminan como “nación”, no es factible. Sus abanderados han recibido estos días una respuesta del veterano político socialista, Alfonso Guerra: “Gobernar es muy difícil y las cosas que se dicen cuando uno cree que no va a ganar hay que cumplirlas y eso es muy difícil”. Guerra, que no pretende reinar desde la Giralda y que ya vivió su período soberanista en el socialismo auténtico, es hoy una voz respetada que desde el silencio hace política y no aventurerismo bucanero. Se le ve que participa en nuestra convicción de que las naciones son lo perdurable, pero los nacionalismos sólo son folclore de medio pelo.

Marisa Arcas

@marisaarcas

 

2 octubre, 2017

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