Opinión

Chiquito, adiós al rey del absurdo

No resulta nada fácil ponerle luto a la alegría, no es sencillo hacer la necrológica del humor, y menos en el caso de Chiquito de la Calzada, cuya gracia no tenía nada de fúnebre. Gregorio Sánchez Fernández, Chiquito de la Calzada, venía ya de los tablaos flamencos y de actuar en los mejores escenarios como el Teatro Calderón, el Circo Price o el Teatro de La Latina, cuando fue descubierto televisivamente para el absurdo, para el disparate.

Chiquito tenía el secreto último del humor, que consiste en interrumpir la vida, el curso de las cosas, con un zapateado o un par de gritos vacíos. El contenido de sus chistes, normalmente simples y cortos, se alargaba por su peculiar manera de contarlos, mientras se sujetaba las lumbares, fingiendo tener dolores. Es lo mismo del artista galo, Marcel Duchamp, colocando una cafetera fuera de contexto. La cafetera se torna poética, inútil, y el contexto se torna risible, irrisorio, y todo lo importante de nuestra vida pierde importancia.

La novedad de Chiquito de la Calzada está en que lleva tal ruptura a su propio discurso. Su lenguaje incluía palabras y expresiones de propia invención, resultado de distorsiones onomatopéyicas del lenguaje formal del español, del habla andaluza e incluso del inglés. Era la anarquía interrumpiendo el discurso de la anarquía, era la trampa del humor poniéndose trampas a sí mismo, era la superación del gag por otro gag, era el caminar pisándose con un pie la puntera del otro zapato. Se veían en Chiquito amenazantes progresos hacia una superación de sí mismo, y digo amenazante porque el humorista ya no respetaba ni su propio guión, sino que vivía de destrozarlo. Así, mediante destrozos sucesivos, nos llevaba muy lejos, hasta los límites del absurdo, cuando ya llegábamos a la angustia de necesitar entender algo.

Chiquito de la  Calzada es el  hombre que ha conseguido en los últimos años darle una vuelta de tuerca al humor para que, en su pérdida de respeto al mundo, empiece por perderse el respeto a sí mismo como género. El humor de Chiquito de la Calzada interrumpía la cotidianeidad con una presencia insólita e injustificada, y a partir de ahí todo perdía sentido, la vida se amontonaba sobre la vida y un caos pacífico e intransitable acababa con nuestra seguridad, que no está hecha sino de rutina, costumbre y tabaco que perjudica.

Por Marisa Arcas

@marisaarcas

13 noviembre, 2017

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