El año pasado ha sido bastante completo en lo que a procesos electorales se refiere. En marzo fueron las primeras, celebradas en Andalucía. Una cita que estaba prevista para marzo de 2016 pero que Susana Díaz se empeñó en adelantar. En mayo tuvieron lugar las locales en los más de ocho mil ayuntamientos españoles y las autonómicas en la mayoría de comunidades autónomas. Después del verano hubo otras elecciones que no figuraban en el calendario político: las catalanas y, para culminar el año, los españoles elegimos a los 350 diputados y 208 senadores para, a priori, los siguientes cuatro años.

En principio el nuevo año iba a ser tranquilo electoralmente hablando, aunque el plan puede dar un giro de 180 grados. A los comicios autonómicos ya fijados en el País Vasco y Galicia se le pueden unir más temprano que tarde dos repeticiones electorales: catalanas y generales.

Respecto a las primeras, el futuro político e institucional de Cataluña está en manos del Consejo Político de la CUP, que lo decidirá el domingo 3 de enero. De los radicales antisistema depende si Artur Mas sigue siendo presidente o si, en cambio, certifican su defunción política.

En lo referente a las elecciones generales, todo depende de la decisión que tome Pedro Sánchez. No solo tiene que hacer maniobras con el resto de los partidos, sino que principalmente el lío lo tiene en su propia formación, donde los principales dirigentes territoriales se oponen a pactar con Podemos y cuestionar la soberanía nacional.

A la espera de lo que decida Sánchez, España se encuentra con Gobierno en funciones y todo apunta a que a finales de mayo habrá que repetir las elecciones generales.

Por tanto, parece que 2016 va a ser un año agitado en lo electoral.