Opinión

Trump y su extraña forma de «hacer amigos»

Son muchas las personalidades relevantes que en todo el mundo y en particular en los Estados Unidos sostienen que el Presidente Trump es un embustero consumado, un charlatán y un ignorante que no siente el menor respeto por la verdad ni por el propio respeto debido a sus colaboradores. Un hombre espectáculo que cuenta las cosas como le viene en gana, más por divertir que por engañar. Algo así como para elevarse la triste categoría «de animador en jefe del circo». Un tipo así es ideal  para  para montar un circo, pero no es la mejor opción para dirigir el mundo desde el despacho oval de la Casa Blanca.

Y encima lo del circo lo hace fatal, cambiando a los domadores, los trapecistas y los payasos cada quince días para renovar el espectáculo. Cesar a los asesores, los consejeros y los secretarios de Estado cada dos por tres es efectivamente un disparate que se parece más a un número circense que al ejercicio de la Presidencia de los Estados Unidos. El 43% de los altos cargos de la Casa Blanca han experimentado cambios desde que Trump llegó a aquella hace poco más de trece meses, cuando su predecesor  registró solamente un  6% de cambios.

El nuevo titular del cargo más importante del mundo es un auténtico «destroyer» dispuesto a acabar con las sólidas carreras y los magníficos «curriculums» de sus colaboradores más cercanos. Víctimas de esa locura presidencial han  sido personajes tan importantes como el Director del FBI, el responsable de comunicaciones, el consejero de seguridad nacional, el jefe de Gabinete, el titular de estrategia, el secretario personal y el secretario de salud han sido fulminados en este corto espacio de tiempo por discrepar con el Comandante  en Jefe.

Ayer le tocó, nada menos, que al número tres del sistema político norteamericano, el Secretario de Estado, Rex Tillerson, que fue groseramente cesado con un tuit, repugnante costumbre «trumpista» la de gobernar a través de Twiter. Todo con muy poco sentido, tanto en la forma como en el fondo. Tillerson era  un moderado dentro de las filas conservadoras que había mostrado su desacuerdo con el diálogo con Corea del Norte, con romper el compromiso de París contra el cambio climático, por supuesto con el desplazamiento de la embajada USA de Tel Aviv a Jerusalén, con la forma de llevar las relaciones con la Rusia de Putin a la desencadenada guerra comercial y con el abandono del pacto nuclear con  Iran. O sea, con todo el rosario de errores del Presidente, es evidente que Trump no ganó las elecciones para hacer amigos ni por tenerlos, pero no resulta aconsejable disparar del modo que lo está  haciendo la tasa de enemigos.

Manuel Monzón 

14 marzo, 2018

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