Opinión

Políticos y greguerías de saldo

Frente a esa prosperidad económica que barrunta el Gobierno, se yergue, precisa y altanera, la hora más baja de nuestra frágil democracia. El insulto ya no se practica en torno a un tema político o social, sino en torno al insulto mismo. No es que se debatan cuestiones fundamentales con palabras crudas: es que sólo se debaten palabras crudas en torno a otras de igual crudeza o de crudeza creciente.

El diálogo político entre los partidos se ha reducido vergonzosamente a un campeonato de insultos donde lo que se debate y cuestiona es el insulto mismo. Como la bonanza económica está al caer, según dicen los que chanelan de esto, en lugar de aprovechar esa prosperidad, cierta o convencional, para hacer cosas dedicamos nuestros lujosos ocios europeos a la bronca continua de casino de pueblo, a la destrucción sistemática del contrario. Lo que pasa es que aquí nadie se destruye, pues la plebe entiende que estamos en unos juegos florales inversos, a ver quién es más ingenioso, a ver quién apesta mas, pero todo por pasar el rato hasta que llegue la bayoneta calada de unos comicios.

Siempre ha habido juego verbal en la política, y más en la democracia, pero nuestros ancestros eran ingeniosos, desde Álvaro Figueroa y Torres Mendieta, Conde de Romanones, a Manuel Azaña, eran sutiles, creativos en el insulto, vivos en la réplica, y por tanto hombres de talento, que de paso resolvían o no resolvían cuestiones graves. Estos de ahora son unos perfectos iletrados, ayunos de razón, cortos de entendimiento.

No se trata de  crear una alarma social pero España vive sus horas más bajas, con políticos que prefieren el insulto al diálogo y la falacia a la argumentación. Y esto es común a todas las siglas. No es que suenen palabras fuertes en torno a un tema fuerte, sino que generalmente no hay tema y las palabras luchan en cuerpo a cuerpo con otras palabras, pero de ahí no salta una chispa ni una idea.

Políticos de medio pelo, buenos sueldos, estómagos agradecidos,ciudadanos anestesiados, bochorno ajeno, nada. Que no se envilezcan más en la diaria contienda de alfeñiques desmedrados, que hablen de algo serio, que resuelvan España, que no sean tan ocurrentes, que se callen. Bajo el común silencio puede nacer algún pensamiento. Bajo esta greguería de saldo sólo hay hedor a bosta de vaca.

Por Marisa Arcas

@marisaarcas

7 abril, 2018

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