Editorial

Pedro y Pablo: operación suicida, asalto a la Moncloa

Se devorarán entre sí. Y probablemente no les queda otra opción. El asalto a La Moncloa por las buenas o por las malas. Con los compañeros de viaje que se tercien. Todo es bueno para el convento socialista y podemita.

Hay un objetivo mayor en la operación suicida de Iglesias y Sánchez de toma de la presidencia del gobierno: expulsar al PP de la vida pública. Al fin y al cabo, piensan (incluso lo verbalizan en ocasiones) que representa a una derecha heredera del franquismo, que carece de toda la legitimidad para el ejercicio del poder que pueden tener PSOE o Podemos. Y esto es gravísimo.

Ambos dan a Rajoy por amortizado. Sánchez sabe que, si no se deja toda la carne en el asador pactando con el mismísimo diablo, su camino es el cementerio. Iglesias sabe que pillando cacho (y no desde la oposición) es más fácil seguir avanzando electoralmente en España. Voto a voto, incauto a incauto.

Ambos se presentan hoy a los españoles como dos tipos ebrios que, tras una noche pasada de gin-tonics, si no se agarran el uno al otro, terminan en el suelo tras la borrachera. Ninguno puede aguantar a solas sin abrazarse a una farola o apoyarse en un coche. Porque en realidad no tienen la fuerza que sí le dieron las urnas a Mariano Rajoy.

Todo es un espejismo. Una falsa euforia. Un estado de rara felicidad transitorio. Así que en este punto sólo pueden ocurrir dos cosas. Que Pedro y Pablo sufran una resaca, lejos del poder, que les provoque terribles dolores de cabeza y problemas musculares. O que, abusando del doping que pueden proporcionar fuerzas minoritarias, radicales y separatistas, osen gobernar esta vieja nación en lo que bien podría significar un acto de suicidio para los españoles.

5 enero, 2016

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