Opinión

La conspiración para hundir España

Ahí está, propagándose como una plaga, un movimiento que aspira a dividir el Estado. España está invadida por un cantonalismo en crudo, burdo, lacerante y barato, que lo mismo puede llevarnos a la guerra civil en seco que a la mar y sus peces. Mariano Rajoy se afanaba en conseguir una España presentable, organizada, ambiciosa, pero le ha descabalgado una moción de censura que nos trae una España encrespada, violenta, separatista y doliente. Estamos perdiendo los papeles.

La clave de estas rencillas no es una estrategia para erguir nacionalismos, sino una conspiración para hundir la nacionalidad de España, la entidad europea que Suárez, Felipe y Aznar habían conseguido para nuestro pueblo, y que aún está ahí. Lo que pretende cierta España hecha sólo de resentimiento es que volvamos a ser los escombros de Europa, las traseras de la Historia. Estamos viviendo un momento cobarde y traidorzuelo en que se compravende la identidad de España no para recaudar más España sino para aminorar la poca que tenemos.

Estamos asistiendo al desembarco de Pedro Sánchez, llamado a ser el Presidente del Gobierno más débil tras pactar con el independentismo. Las autonomías diseñadas por Adolfo Suárez constituyen hoy una jaula de grillos locos donde sólo importa el disparate, la pérdida de identidad, la ganancia local de otra identidad más paleta, pueblerina y egoísta. Franco sospechaba de los judíos y los soviéticos, pero tenía que haber sospechado de los callados provincianos que esperaban el momento de salir con una bandera y una cabra exhibiendo la gloria de su pueblo. Detrás de estos patriotismos siempre hay un alcalde que va a ganar más subvenciones, a transmutarse virginalmente en un salvador y levantar, ladrillo a ladrillo, todas las escuelas de la comarca, donde quizá ponga un nombre republicano como seña de antifranquismo.

Así deja España Mariano Rajoy, confiando en la lealtad de su partido, pero todavía debe aprender que el único fiel a su partido es él. La conjura manifiesta de las grandes autonomías y la conjura servil de las pequeñas se resume en una conspiración de oportunistas políticos para trocear el país en muchos partidos y trocear cada partido en muchos portavoces. Acabar con todo lo hecho. Digamos abiertamente que muchos odian la totalidad de España y otros tantos detestan su pluralidad. El equilibrio entre estas dos pesas y medidas es nada menos que el equilibrio nacional.

Por Marisa Arcas

@marisaarcas

2 junio, 2018

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