Opinión

El caos de la corrupción

La corrupción nacional es una letanía diaria de los periódicos. El tema no es nuevo. No hay época, siglo ni país sin corrupción, como podemos comprobar en una aburrida y monótona visita a los clásicos, los neoclásicos, los historiadores, los críticos y hasta los costumbristas.  No se ha escrito de otra cosa que de la corrupción moral, material, social, política, histórica. La corrupción es el argumento y los escritores ponen la letra. Los casos de honradez que pueden contarse no son sino una corrupción de la corrupción, una traición al sistema y al mundo, que vive en y de ser corrupto.

La corrupción, pues, no está en Iñaki Urdangarín o en su socio, Diego Torres, en el socialismo o la derecha, en Trump o Putin, sino en el corazón del hombre. Llamamos democracia al sistema en que los beneficios de la corrupción alcanzan de alguna manera a todo el mundo, y el proletario vive de la corrupción del jefe. Más que de una justa distribución de la riqueza habría que hablar de una justa redistribución de la corrupción y sus beneficios. El dinero se gana robando: parece no haber otro sistema. Lo que hace falta es que todos robemos un poco y no siempre los mismos. Uno no defrauda a gusto cuando sabe que la corrupción no es igualitaria.

Una corrupción democrática sería la que repartiese proporcionalmente los réditos de tanto fraude, trampa, engaño, negociete, trapisonda, enchufe, chapuza, trapicheo y puñalada trapera. El capital es el momento extático de la corrupción y la democracia es el arte de repartir ese capital escalonadamente, de modo que llegue un poco hasta el últimogarito. No se le puede pedir mucho más a la democracia. Lo que pasa hoy en los países del Este no es que no acierten a organizar la democracia, sino que no aciertan a organizar la corrupción.

Los Estados Unidos son el imperio que mejor ha organizado la corrupción, desde Roma. Digamos que han nacionalizado la corrupción, y luego la han poetizado mediante la novela y el cine. Lo malo de la corrupción no es la corrupción, sino el caos. Mientras los demás españoles se quejan de la corrupción, yo sufro por el caos. Menudo embrollo. Los intentos históricos de sociedad incorruptible sólo han dado el puritanismo, Martín Lutero, la Inquisición, Juan Calvino y la hoguera. Coño, seamos corruptos, pero organizados.

Por Marisa Arcas

@marisaarcas

25 junio, 2018

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