Opinión

¿Esto realmente es el progreso?

EFE

Que asquito de vida nos estamos disfrutando a base de prohibiciones, costumbres y concesiones bien impuestas por los poderes públicos o mal impuestas por el exceso/abuso migratorio y sus consecuencias.

El capítulo de las concesiones liderado por el Gobierno Sánchez, dispuesto a  admitir «humanitariamente» a todos los emigrantes que le «sobren» a la Alemania de Merkel a cambio de una «ayudita» de la UE y de la propia Alemania a nuestra débil economía y a nuestro carácter fronterizo con el continente emisor/migratorio. De risa semejante acuerdo cuando es un centenar diario el que se «empatera» por el camino mucho más corto del Estrecho de Gibraltar para «aterrizar» en nuestros numerosos medios de salvamento y recogida. Nadie es capaz de encontrar solución  a esta mezcla «carísima» que, con el pretexto humanitario no hace distinción entre migración legal, ilegal, necesitada o refugiada, dando así lugar a lo que realmente es tráfico de personas.

La segunda concesión del «Sanchismo» ha sido la de enviar los «políticos catalanes presos» justísimamente desde las cárceles madrileñas a las de Catalunya, gestionadas por la autoridad penitenciaria de la Generalitat rebelde y vigiladas por el «ejército rebelde» de los mossos. Verán ustedes lo poco que tardan en encontrar la forma de enviarlos a casa, riéndose a carcajadas de ese pobre Tribunal Supremo que califica acertadamente de «rebelión», aunque sea sin armas, la actitud del anterior Govern, que  en nada se diferencia del actual. Todo sea en honor al «dialoguismo», en el que el Gobierno español es el único que puede ceder y conceder, mientras que el de la Generalitat grita a los cuatro vientos que no piensa hablar más que de autodeterminación independentista.

Mientras tanto los mayores esperamos con resignación la llegada de la eutanasia, para nada voluntaria sino para eliminar  el «mayorío sobrante» por parte de quién/quiénes decidan que actúen como «comando eutánasico» y «solventar» así el problema de las pensiones. De modo que, queridos  ancianos, cuidadito con a quién o quiénes dejan entrar en sus domicilios, no vaya a ser que, con identidades falsas, faciliten la entrada de esos «comandos eutanásicos» que vayan a liquidarles.

Y vayámonos al capítulo de las costumbres cada día más pobretonas/molestas, aunque no sean tan graves como las más arriba reseñadas. La hostelería, que ya se venía viendo deteriorada por la falta de profesionalidad y ganas/conocimientos de trabajar de tanto inmigrante/neoesclavo en lo que se refiere  a retribuciones y contratación, ahora aún lo está más con la nueva moda de disponer las empresas del sector cada vez de menor número de personal, obligando a la clientela que desea sentarse en una mesa a ir a la barra a recoger su comanda y a pagarla porque nadie va a servir esas mesas.

Para colmo les relato lo que me ocurrió ayer mismo en un cine de Madrid centro. Cuando nos dirigimos a la taquilla nos encontramos con el increíble anuncio de que las localidades se despachaban en el bar de dentro del cine con el natural cabreo de la única empleada de esa barra, que se quejaba amargamente del abuso de su empresario para reducir personal. Luego hubimos de llegar a tientas a nuestras butacas puesto que nadie alumbraba la oscuridad para acomodar espectadores. Y los precios por cierto, más altos que nunca.

En fin, intenten ustedes circular por Madrid, si es que se lo permiten los taxis de todas clases, municipales o autonómicos, ocupando lentamente, a la espera de ser llamados, todos los carriles disponibles en la calle, estorbando al máximo el tráfico particular, aunque no tanto como las bicicletas. Una gloria de país y de ciudad/ciudades.

Manuel Monzon

4 julio, 2018

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *