Opinión

Un héroe y un bruto

Washington ha despedido al senador McCain con merecidísimos honores de Estado, entre los que probablemente el mayor haya sido la ausencia del bruto Trump, ausencia obligada porque fue el propio senador desaparecido el que ordenó que no permitieran en sus exequias la presencia del Presidente que tan gravemente le ofendió en su calidad de héroe de guerra. Efectiva y simplemente el grosero mandatario y atacante de todo y de todos se permitió burlarse del heróico comandante de la Armada, piloto aviador de combate derribado y hecho prisionero durante ¡cinco años! en la guerra de Vietnam, en la que fue torturado y luego, lo que es peor, tentado en su honor, el más tarde senador McCain. Por el contrario, sí estuvieron respetuosamente presentes los ex Presidentes vivos, que no dudaron en alabar al graduado en la legendaria Escuela Naval norteamericana de Annapolis. Todos recordarán que la burla de Trump consistió en afirmar que para héroes prefería los que mueren a los que se dejan capturar.

Honores de Estado que consisten en reservar el espacio del Capitolio, bajo la famosa cúpula, al que los estadounidenses acudieron en masa a darle el último adiós. El senador lo era por Arizona aparte de ser el candidato republicano que se enfrentó  a Obama en el 2008 y que ha muerto a causa de un cáncer cerebral a los 81 años. Ha sido tratado como héroe de guerra como le correspondía por esos cinco años que permaneció prisionero del Vietcong comunista, donde no sólo sufrió torturas y aislamientos, sino que, sobre todo, supo negarse con honor a la propuesta que el enemigo vietnamita le hizo de ponerle en libertad, como medida propagandística al conocer que McCain era hijo del Almirante Jefe de la Flota americana en aquellas aguas. Dijo bien claramente que no quería ser liberado más que cuando le correspondiera, tras todos los restantes prisioneros de guerra que le habían precedido en el cautiverio.

Las diferencias entre McCain y Trump se hunden en las raíces del republicanismo norteamericano. Divididos entre pragmáticos y radicales o liberales y populistas, John McCain era la personificación del pragmatismo liberal, cuya actuación política no tuvo más objetivo y propósito que el bienestar de los estadounidenses por encima de las siglas de Partido. Y Trump no comprendió que eso había calado hondamente en el pueblo norteamericano y se negó, de la forma antes dicha, a concederle el título de héroe. La airada respuesta de McCain, ya gravemente enfermo, fue ir a votar al Senado contra la reforma sanitaria del Presidente.

Pero más allá de esas diferencias lo trascendental es que McCain representa aquel republicanismo liberal y conservador que tanto ha contribuido a hacer de Estados Unidos la gran nación que es, mientras que Trump es el representante de un republicanismo ultramontano, simplista  y gruñón, que emerge con fuerza cuando las clases medias blancas se ven amenazadas por las minorías emergentes. Dicho de otro modo, Trump  lidera al sector más reaccionario del Partido que empezó  a darse a conocer en el «tea Party» de Sara Palin -con la que el senador compartió ticket electoral – y que, como Trump, tampoco fue invitada por la familia a las exequias del senador en la catedral de Washington. Una ceremonia en la que, como antes he dicho, la pronunciaron los ex Presidentes Obama y Bush, para honrar su memoria como un ejemplo de patriotismo positivo y un modelo para las generaciones más jóvenes. Que descanse en paz y no lo haga el bruto de Trump.

Manuel Monzon   

5 septiembre, 2018

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