Editorial

La Infanta Cristina: Justicia, siempre. Escarmiento, nunca

El inicio del juicio por el Caso Noos es un retrato perfecto de la España de la que venimos y a la que vamos. Presunción de inocencia por delante, el problema de nuestro país no ha sido en absoluto y en solitario la corrupción política. Siendo grave, debe añadirse el de la corrupción empresarial y la que ha tocado y manchado a otras instituciones del Estado. Y aquí nos topamos con la familia de Don Juan Carlos.

La corrupción es inherente al ser humano, congénita. Y aún así, en las sociedades desarrolladas no sería un problema si los mecanismos de represión y sanción funcionasen. Siempre. Si no hubiese impunidad ni dobles raseros en los procesos en los que se dirimen y ponen en la balanza delitos de guante o cuello blanco.

No. A pesar de que la ira de un sector de la sociedad española exija una condena ejemplarizante para la Infanta, que sirva de escarmiento, que signifique el mayor número de años de pena y la mayor cuantía en la multa, Cristina deberá ser juzgada en su caso como una ciudadana más. Sólo en los sistemas totalitarios la absolución o lo contrario llega de antemano, sin la actuación de tribunales independientes.

Hay que hacer un esfuerzo, sin duda. Pero debemos pensar que la hija del Rey Emérito no aterriza aquí después de beneficiarse de un doble rasero. Tampoco después de ser perjudicada sin base jurídica.

Es el momento clave. El de los abogados, los fiscales y los jueces. Ellos deben hablar. Y los medios de comunicación (¡sólo faltaría!), sin poner preventivamente la sentencia, deberán criticar en estado puro lo que oigan y vean. Porque ésa es su función y ése, en definitiva, es el oxígeno de la democracia.

8 enero, 2016

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