Opinión

Las veces en que sí es justo “matar al mensajero”

Es una frase muy socorrida, utilizada con demasiada frecuencia en defensa propia por profesionales de los medios de comunicación mediocres, incapaces de la verdad contrastada o abiertamente mentirosos. Tal inicua defensa consiste en acusar al agredido por noticias, reportajes, artículos o relatos de, por no aceptar el contenido de esas insidias, tantas veces dañinas, calumniosas y ofensivas, revolverse contra el autor de la maledicencia: el «MENSAJERO».

Aparte de la injusticia que muchas veces entraña el procedimiento defensivo/acusador tras esa frase, semejante recurso no responde a la verdad histórica y al origen de dicha frase.

Un legendario monarca de la antigüedad helena, Aristos, mantuvo el siguiente diálogo con su consejero más íntimo, su leal ministro Hermógenes: «Nuestro enemigo, según afirman sus mensajeros, nos odia, hagámosle la guerra y démosle muerte«. El fiel Hermógenes respondió al sorprendido monarca: «No, señor, a quien hay que matar es al mensajero, sin memoria o con mal corazón, mientras no hables con tu presunto enemigo, no sabrás si tu destino y el de tu pueblo está en verdad marcado por el signo de la guerra y la muerte o la paz«.

Lejos de que tal diálogo, resumido en la frase «matar al mensajero», constituya un arma dialéctica justa para defender al mediático agresor, es precisamente todo lo contrario, la forma más hermosa imaginable de condenar a periodistas mal informados, entrometidos, intoxicadores, maledicentes y cotillas, sin contrastar lo que dicen o escriben, destruyendo famas e imágenes tantas veces con ligereza, cuando no con la más aviesa de las intenciones.

Queda así clara la interpretación del histórico diálogo entre Aristos y Hermogenes: no sólo no es condenable «matar al mensajero» -dialécticamente y con la justicia en la mano, se entiende- sino que en muchísimas ocasiones es conveniente y hasta necesario, en defensa real de la autentica libertad de expresión, rígidamente sujeta a la verdad, que si no deja de serlo.

10 enero, 2016

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