A veces, cuando las cosas van mal, lo mejor para corregirlas es que se tuerzan del todo. Pero éste no es el caso. Porque nos jugamos demasiado: el bienestar y la unidad de España. Y por desgracia, a pachas, hay dos partidos antisistema dispuestos a cargarse lo primero y lo segundo. Dando las pertinentes explicaciones, por supuesto.
La arribada a la Generalitat de los jóvenes de la zapatilla en Cataluña es una amenaza para la integridad territorial de la nación. Sin duda. El desafío se recrudecerá y el Estado de Derecho deberá responder con mayor eficacia y urgencia. Pero es que los catalanes, desde ya, empezarán a sufrir en sus carnes los resultados de políticas de extrema izquierda que -es una ley general- son incapaces de crear riqueza y, por consiguiente, incapaces para facilitar su distribución o su distribución.
Por eso, dados los daños y perjuicios que van a sufrir millones de nuestros compatriotas, e indirectamente quienes no vivimos en la región catalana, sería el desastre total la avenida de un ejecutivo coliderado por Podemos en La Moncloa.
Con Iglesias partiendo el balacao a medias con Pedro Sánchez, el estancamiento y la recesión estarán garantizados. Como lo estarán las dudas y, quizá la impotencia, para mantener debidamente el orden constitucional.
Una cosa es lo que votamos, sí. Y otra, debido a los engranajes de nuestro sistema parlamentario y nuestras leyes electorales, la colección de apaños y correcciones que hacen con frecuencia los perdedores para asaltar el poder. Caiga quien caiga.
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