El reciente llamamiento de Goldman Sachs ha sido un toque de campana en toda regla. ¡Peligro! No sólo por el tiempo de inestabilidad que se pueda abrir con el próximo gobierno de España si éste suma a fuerzas de izquierda, extrema izquierda, regionalistas, nacionalistas y separatistas (¡un Frente Popular en toda regla!). También por lo que hoy se vive.

Negociaciones que parecen imposibles, un Partido Popular mayoritariamente votado pero aislado y maniatado, alianzas diabólicas, sucesiones de amenazas… el festival de la confusión. Y, mientras tanto, ¿qué? Lo sabe cualquiera, es una verdad como la catedral de Burgos: el dinero es miedoso, sólo busca la seguridad. Siempre que existe esa opción, claro.

Gestores de fondos de inversión asentados en España, directivos de empresas multinacionales del mayor calibre están observando con preocupación cómo en poco tiempo se trasladará al conjunto de la opinión pública un doble fenómeno, soterrado, que estamos padeciendo estos días, tras el 20D.

Primero, una fuga de capitales. Fortunas importantes del país (y no tanto) que están buscando alternativas y las están materializando, para poner su dinero en manos más seguras.

Segundo, una desinversión en sectores como el inmobiliario. Partidas importantes que se iban a poner en España en el inicio de este año buscan otros destinos, todavía en Europa (pongamos Londres como ejemplo) para tener una rentabilidad que aquí, hoy por hoy, no se ve clara.

Así las cosas, los chicos de la camiseta morada (formen o no gobierno con Sánchez, especialmente si forman) tendrán que dar algunas explicaciones en unas semanas. Y deberán contarle a los españoles, si tienen lo que hay que tener, por qué es imposible distribuir el dinero entre la gente cuando previamente se han reventado los más elementales procesos de creación de riqueza. ¡Qué pena!