Lo presencié en una conocida feria de arte que todos los años se concentra en Madrid. Un grupo de personas observaba una obra anunciada como la más atractiva y valorada de la feria: innovadora, independiente, vanguardista, futurista y sobre todo interesante, que es como no decir nada. Me acerqué al grupo pensando que su conversación podría ayudarme a entender este indefinible arte. El grupo era heterogéneo pero pude comprobar que, sobre la obra, había unanimidad entre ellos: ininteligible, mal gusto, incomprensible forma de expresión artística. Crítica unánime y equilibrada, con moderación y educación.
Se acercó, algo alterado, el propietario de la galería.
-¿No les gusta?
-No la asimilamos muy bien, no encontramos las conexiones entre la obra y el arte. En definitiva, no la entendemos. Contestó uno de los de más edad del grupo.
-Claro, es un problema de libertades intelectuales, de apertura a una época nueva, a la interiorización de una cultura distinta. La obra está teniendo un enorme éxito de visitas. Replicó el galerista.
-No nos cabe la menor duda. Pero lo siento, no nos gusta.
Observé una cierta impertinencia en el galerista que contestó con malos modos.
-¡Sobre gustos no hay nada escrito!
Uno de los más jóvenes no dudó ni un segundo en responder.
-Sobre gustos hay mucho escrito pero algunos no han leído nada.
En aquel momento me acordé de nuestros artistas políticos.
No se dejen engañar. Está todo escrito pero no leemos nada. Por sus obras los conoceréis. Por el dicho y por el hecho.
Esta nueva y moderna política debe ser arte porque no la entiendo. Vía libre al esperpento. Realidad deformada, rasgos grotescos, lenguaje coloquial y desenfadado.
¿La nueva España? ¿Quién ha ganado? ¿El fondo o la forma? Es necesario leer y escuchar, porque, ahora, de la política esperpento dependemos. Grotesco.
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