Editorial

El caso Wanda o la anciana que espantaba a los inversores

Tira la toalla. Es la crónica de una decisión anunciada y precipitada. El grupo Wanda, los chinos que se hicieron con el edificio España para convertirlo en un centro comercial y un hotel de lujo, renuncian. Parece un hecho consumado. Trabas, burocracia, negativas, demoras, reglamento tras reglamento… una carrera de obstáculos la que los inversores han entendido que no vale la pena seguir recorriendo.

En absoluto es una anécdota ni un hecho aislado, se rubrique o no al 100%. Por los millones de euros que costó el edificio, por los millones de euros que se iban a invertir, por los puestos de trabajo que se iban a generar, por la riqueza que se iba a producir… es un desastre para Madrid y un mal mensaje que envía España. Ojalá sea reversible.

Le guste o no a Carmena y a Podemos, y dejando a un lado el caso Wanda, España y por supuesto Madrid depende del capital internacional, del dinero que ponen aquí los inversores que moran más allá de nuestras fronteras. Es oxígeno para nuestra economía, que no va precisamente sobrada. ¿Por qué la anciana alcaldesa desprecia a estas grandes corporaciones? ¿A qué se debe el empeño por hacerles la vida imposible? ¿Está haciendo una reinterpretación cutre de la lucha de clases (ricos contra pobres) en pleno siglo XXI?

Es de aurora boreal que la asaltacapillas imputada por delitos, Rita Maestre, intente darle lecciones al Grupo Wanda, al hombre más rico de China, sobre cómo hacer negocios. Es patético. Y ruinoso.

No podemos ahuyentar a las grandes corporaciones. Manuela Carmena no puede asemejarse, en su relación con los magnates, a aquella abuelita conocida como Margarita Seisdedos que en tiempos de Crónicas Marcianas sacaba un ladrillo del bolso para espantar a los periodistas que se le acercaban en busca de información. Y que corrían despavoridos para sortear el peligro.

14 enero, 2016

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