Opinión

En el nombre de María

Dulce nombre, ya tan poco pronunciado, no solo públicamente –que sería lo de menos-, sino en términos de susurro interior, de diálogo íntimo con la madre, de alegría juvenil y confiada en esa santísima concreción humana de la Madre de Cristo-Dios. ¿Qué hemos hecho de la Virgen María de nuestra niñez y juventud? Pienso que, a fuerza de tantas exageradas trascendencias sociales y políticas de tejas abajo, hemos destruido o nos han destruido algo muy hermoso y mucho más espiritualmente útil de lo que nadie se atrevería a evaluar o cuantificar hoy. La mejor prueba de ello es la nostalgia que muchos hombres de las generaciones veteranas –sí, precisamente hombres- sentimos de aquella devoción juvenil a la Madre de los Cielos.

Nostalgia de aquel ambiente simpático que rodeaba aquella relación juvenil con la Gran Medianera que no protagonizaba en nuestras tiernas mentes ningún modo de posible castigo o seriedad de justicia. Solo era para nosotros Mediadora, Aliviadora, dulzura y comprensión, puente humano entre la revelación y nuestra dimensión también humana; amor del mejor, en suma. Puede que fueran un respeto y un cariño sensibles, un amor de los sentidos a la imagen que cada uno tenía más cerca y que hemos conservado siempre, dulce y sonriente. En su gesto solo había comprensión, amabilidad y refugio para nuestros jóvenes desconciertos. Lo que no sospechamos entonces es que íbamos a echarla tanto de menos en este «ambientejo» materialista de hoy.

En ella amábamos el ejemplo a respetar en las mujeres cercanas de nuestra vida, madre, hermanas y novia. Yo, que me emociono con la simple mención de su nombre, creo que constituiría un auténtico bálsamo para tanta progresía estúpida una campaña de retorno de nuestra Virgen al ambiente colectivo. En la arribada al puerto de la vejez, cuando nos abruma el peso de engaños, hipocresías, mentiras, calumnias, corrupciones, indecencias y groserías, te echamos de menos, Madre, como solo tú eres capaz de saber. Si es que te has enfadado por nuestro olvido, por favor perdónanos y haz llegar de nuevo la nieve y la pureza de tu mensaje a nuestros jóvenes, sobre todo a ellas, que todavía pueden permitirse el lujo de ser ruiseñores. Y si te queda algo en la mochila, acuérdate un poco de nosotros los viejos gorriones.

General Monzón

18 enero, 2016

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *