Editorial

¿Te imaginas un vicepresidente que no llame a su país por su nombre?

Ése es Pablo Iglesias. Un monumento a la traición, al despropósito, al delirio, a la bajeza. La indignidad. Hacerse con los mandos del sistema para destruir el sistema. Anunciar su demolición y regodearse. Saber que es posible. Ejercitarse en el odio y el desprecio, también en el analfabetismo histórico, en el sectarismo. Con el apoyo de Sánchez. ¿Se acuerdan? “Los votantes del PSOE y Podemos no entenderían que Iglesias y servidor no nos entendiéramos”. Los españoles no entenderemos que sí os entendáis. Y lo pagaréis caro. Después de que los españoles lo paguemos carísimo.

26 enero, 2016

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