Opinión

El daño imborrable a las Fuerzas Armadas españolas

Hace 35 años, como todo el mundo recuerda, tuvo lugar la poco inteligente intentona de golpe de Estado, planeada y mal ejecutada por un puñado de militares y guardias civiles, “iluminados” y soberbios, que creyeron que todas las Fuerzas Armadas iban a seguirles en su demencial e inoportuno propósito contra la investidura de un Presidente del Gobierno nada menos que apellidado Calvo Sotelo, probable e históricamente el nombre más ilustre de la derecha española.

Verdad que por aquellas calendas todo el mundo sin excepción, en la derecha y en la izquierda, arriba y abajo, estaba hasta la coronilla de la malísima gestión política, desde 1977, del nefasto Adolfo Suárez y sus gobiernos. Pero, habiendo dimitido el 29 de enero anterior el Presidente, ¿a qué vino que este grupo de “iluminados” se montaran la “patochada” del 23-F, sin preparación y sin conocimiento de la inmensa mayoría de los miembros de las Fuerzas Armadas?

Una intentona semejante estaba condenada al fracaso desde el principio, pero tal fracaso y la condena del hecho y de sus protagonistas, no fue lo peor. Lo peor fue el daño que produjo al conjunto militar de las Fuerzas Armadas y a su papel y presencia en la vida española, desde entonces encogido y como preacusado y preculpable permanente de antidemócrata a vigilar y silenciar.

Desde entonces, las Fuerzas Armadas y su jerarquía están como desaparecidos de la vida española, incluso en momentos como los actuales en que la propia Patria y su sagrada unidad están en riesgo por la enemiga de rebeldes, desobedientes y traidores separatistas, junto a sus compañeros de viaje “rojo-podemitas”.

Y todavía fue peor, entonces, no el fracaso en sí mismo sino la forma tan poco digna en que terminó. Milans, Armada, Tejero y el puñadito de “sublevados pero poco” se olvidaron del honorable refranero español cuando dice refiriéndose a la espada: “ni la saques sin razón, ni la envaines sin honor”. Este puñado de inútiles, que tanto daño hizo al Ejército, hicieron las dos cosas, la sacaron sin razón suficiente y se la envainaron sin honor; un asco. Del mismo modo olvidaron la sura del Corán, que dice algo parecido a lo anterior, cuando reza: “si sacas la espada de la vaina, tira la vaina bien lejos”. Es decir, no te eches atrás y no hagas el ridículo, tras el amago pretencioso, de no seguir adelante.

Una tontería decimonónica suma que al único que hizo daño de verdad fue al Ejército y a los principios y valores que este representa.

General Monzón

21 febrero, 2016

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