«Tengo claro que las próximas semanas la Policía me va a identificar más veces de lo habitual«, se lamenta Willy, dominicano afincado en Tetuán desde hace 11 años que, sin embargo, no ha caído en las redes de las bandas de sus compatriotas. «Como les conozco, he preferido mantenerme al margen», asegura, y lamenta ver a los más jóvenes captados por los Dominican Don’t Play o los Trinitarios, las dos bandas que se reparten el distrito. «Cuando llegan aquí los chavales cambian, sus padres no se pueden ocupar de ellos y se descuidan, vagan solos por las calles y acaban en las bandas», explica.
Desde su punto de vista, las bandas se aprovechan de los chavales para trapicheos menores y lanzarlos a los rivales. «Después del muerto en Sol y de lo de Jerónima Llorente muchos se van a echar atrás», cree Óscar, que ha visto cómo muchos de estos adolescentes dejan las bandas cuando crecen, consiguen un trabajo y se casan.
Sin embargo, no dejan de llegar jóvenes dominicanos a las calles de Tetuán y son rápidamente captados por las bandas. Así lo asegura Alan, que pasea por la plaza con dos amigos, uno argentino y otro español, que no dan crédito cuando explica que sus «paisanos» le llaman para «liarle». Pero no explica en qué consisten esos líos. Mira alrededor, nervioso.
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