Hubo una época en la que la liberalización del mercado sin control provocó que el poder económico recayera en pequeños focos de poder. Así, el afán económico desenfrenado produjo cuotas de pobreza entre las clases sociales más desfavorecidas lo que supuso el caldo de cultivo idóneo para el resurgimiento de políticas económicas conocidas como socialistas y que venían a releer los postulados marxistas de un poder estatal proveedor de bienestar.
El auge del comunismo en el siglo XX demostró que se trataba de una teoría irrealizable, posiblemente porque su planteamiento inicial estaba viciado. Se partía de una revolución de las masas para controlar unas fábricas, olvidando que estás habían sido ya creadas previamente por personas, y no por estados. Hemos visto a lo largo de la historia como los defensores de un mayor poder del Estado acaban trayendo crisis económicas a sus países porque olvidan que estos sin personas no crean riqueza. La riqueza la crean las personas que conforman dicho Estado, y el Estado es a su vez necesario para redistribuir tal riqueza corrigiendo esas disfunciones de un mercado imperfecto.
Hoy, en pleno siglo XXI y ante la profunda crisis económica y social, parece que estamos más cerca de decir que los estados (administrados como los conocemos) consumen riqueza, provocan despilfarro e ineficiencia y derivan en el derroche de la cosa común. Y es que en 2016 el debate no debería centrarse en la dicotomía público-privado sino que debería centrarse en la búsqueda del equilibrio entre ambos. Ni el Estado es eficiente sin la empresa privada ni la empresa privada puede campar a sus anchas sin límites del Estado. Por ello, la ciudadanía en este nuevo debate político debería exigir propuestas serias que fortalezcan la idea del bien común, del equilibrio entre lo público y la propiedad privada. Un equilibrio basado en la búsqueda del punto medio entre lo que son dos caras de una misma moneda: la economía y la sociedad de un país.
“Lo mejor que podemos hacer por otro no es sólo compartir con él nuestras riquezas, sino mostrarle las suyas.” BenjaminDisraeli
Penalista y Politólogo
Socio Despacho Penal López-Negrete y Ospina
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