Madrid, Opinión

El largo y lento suicidio del PSOE

El PSOE, que antaño fuera un partido de clase obrera, socialista y marxista, está a punto de suicidarse, fenómeno rarísimo, en la historia política de este país todavía llamado España. Aquí tenemos el caso de la UCD, el primer haraquiri político de un partido. Pero UCD era un partido artificial, contrahecho y quimérico, una molturación, una auténtica molienda de falangistas reciclados, nacionalcatólicos y beatos progres, más la poderosa y enérgica personalidad cincelada de Adolfo Suárez.

El Partido Socialista Obrero Español, en cambio, tiene más de cien años y una trayectoria que ha sido más contradictoria y discordante en sus grandes personalidades (Francisco Largo Caballero, Julián Besteiro, Felipe González) que en sí misma. En el Symposium de Intelectuales Antifascistas de París, allá por los años treinta, se siente la ausencia de Pablo Iglesias (no confundir con el otro Iglesias, el de la coleta mugrosa), lo que viene a indicar que el PSOE contaba en Europa. Pero la Historia cambia y el PSOE ya no despierta tanto entusiasmo en el viejo continente.

¿Y por qué se va a suicidar ahora este partido? Los partidos se suicidan, se aniquilan, por lo mismo que las personas: por celos, por intracompetencia, por malestar en su cultura interior, por pluralidad de los egos en colisión, “por exceso de éxito”, porque la circunstancia rebasa el Yo, por las ansias no satisfechas, que es el caso concreto del PSOE ahora mismo.

Esta formación política ha perdido una ocasión, una gran oportunidad, y la ha perdido frente a España, contra España y contra sí mismo, dividido, multiplicado hoy en mil guerras de poder, de religión y de corrupción.

El PSOE de hoy se debate entre la versatilidad y la falsedad de su líder, Pedro Sánchez. Al partido del puño y la rosa se le acaban las veredas, se le cierran los caminos, pero aún asistiremos, al menos así lo creo, a su espectáculo final. Una centuria para aquilatarse, para acrisolarse, y sólo unos meses para desgualdrajarse, descomponerse, putrefaccionarse y doblar definitivamente el morrillo.

@marisaarcas

21 marzo, 2016

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