No se trata de una amenaza, ni de meter el miedo en el cuerpo a los españoles. Es una realidad que puede pesar como una losa sobre nuestro progreso, nuestro bienestar, nuestro desarrollo, nuestro difícil proceso de creación y redistribución de riqueza. El socialismo mezclado con unas gotas de populismo y otras de radicalismo. El afán de destruir más que de levantar.

Es una verdadera lástima. Que estamos perdiendo unos meses valiosísimos (ya nos arrepentiremos) es una evidencia. Que una repetición de elecciones significaría prorrogar un tiempo muerto con notables destrozos y aseguradas averías, también. Pero, pocas cosas hay peores que un gobierno que, de un plumazo, de una noche para la mañana siguiente siembre la inestabilidad, la incertidumbre, el desconcierto. De puertas hacia dentro y hacia fuera.

Quizá habremos de resignarnos. Porque se ha sembrado mucho durante muchos años y ahora sólo queda recoger: las alianzas de perdedores, el cordón sanitario, el aislamiento obsesivo anti-PP. Una serie de herramientas que ha manejado la izquierda y los antisistema de tiempos de Zapatero a esta parte y cuyo resultado está quedando al descubierto en estos días de preocupación y zozobra.

Con el resultado del 20D en la mano basta con aplicar la lógica, la coherencia, el sentido común para formar gobierno. No parece que la mayoría de nuestros dirigentes vayan por ese camino. Así que pronto probaremos el amargo dulce de la incoherencia y la sinrazón. Salvo milagro.