Editorial, Madrid

Pedro Sánchez se encomienda al Cristo de los Faroles

El baile de la yenka en estado puro. Y, por momentos, un remedo de Chiquito de la Calzada. La actitud de Sánchez en sus idas y venidas para investirse presidente del gobierno es de aurora boreal. ¿Qué es lo fundamental y qué lo accesorio para el líder socialista? ¿Quién es su aliado preferente y cuál el secundario? ¿Hay líneas rojas en sus negociaciones con unos y otros? ¿Sólo los días pares o también los impares?

La desesperación del todavía secretario general del PSOE es desbordante. En él se concentra hoy un auténtico pánico electoral ante la posible repetición de elecciones, pero también un pavor estremecedor ante las grietas que se pueden ensanchar en su propio partido, pero, más aún, la certeza de que su prestigio y sus principios (los que le quedan) van a caer en un hoyo y a ser, por consiguiente, difícilmente rescatables.

A Pedro (el amigo que quiere serlo en pandilla de Albert y de Pablo) le queda encomendarse al Cristo de los Faroles. Su postura es mendicante hasta el límite. Y lo peor es que da una clara idea de lo que sería el perdido rumbo de una España si a su frente se pusiese el capitán socialista.

13 abril, 2016

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