Madrid, Opinión

La tauromaquia en el Guernica de Picasso

No. No les voy a dar publicidad. Pero va por ustedes, por ese grupo de intelectuales de medio pelo que ahora nos quieren hacer creer que Goya era antitaurino. De verdad, ¿tienen cultura? ¿O es que son meros oportunistas? Prefiero pensar esto último. De lo contrario, cuesta pensar que existe gente con semejante talante científico.

Gracias a dios, y para desgracia de unos pocos, Madrid, en mayo, y en palabras de Alfonso Ussía, “huele a toros”. Por la Monumental de Las Ventas pasarán, cada tarde, más de veinte mil personas, y durante treinta y un días seguidos. Para nuestro bien, casi nadie se habrá enterado de que algunos han profanado la Real Academia de las Bellas Artes de san Fernando con una exposición que no se le ocurre ni al que asó la manteca. No obstante, para desgracia de los madrileños, la broma les habrá salido por un pico.

Pero, hete aquí que, si de lo que se trata es de poner en tela de juicio lo que en realidad han querido expresar nuestros pintores más importantes, ¿por qué no contamos una hipótesis sobre el Guernica de Picasso? Emblema del pueblo vasco. Y, por qué no decirlo: del gobierno de la República ya en el exilio, que, en verdad, lo repudió en el verano de 1937, cuando llegó al pabellón español de la Exposición Internacional que se celebró aquel año en París.

1 (8)El encargo lo recibió Picasso por mediación de Josep Renau, Director General de Bellas Artes del gobierno republicano, y el lienzo tenía que expresar el horror de la guerra civil que se libraba por entonces en España. El caso es que, cuando el cuadro llegó, nadie lo entendió, quedó defenestrado a un segundo plano, y no tenía título. Fue el tiempo, sólo el tiempo y los intereses más políticos que pictóricos, quienes le han dado al cuadro la explicación que nos han venido contando. Pero, si uno se fija, ¿no son todos los símbolos taurinos? El toro, el caballo, el burladero, el banderillero, el torero muerto… ¿No podría querer expresar su autor, en realidad, todos los horrores en una escena puramente taurómaca? ¿No podría ser el drama de la terrible muerte de Ignacio Sánchez Mejías?

Sí, señores: Picasso era taurino. Como lo fue Goya. Y Dalí. Y así lo plasmaron. Sintiendo un orgullo inmenso por haber nacido y desarrollado esa sensibilidad. Porque la tauromaquia no es una simple manifestación artística: es un sentimiento. Y, quien no lo entienda, que al menos lo respete, pues no hay mayor canallada que quererle cortar las alas a la libertad.

@empenha

Periodista y doctora en Filología

6 mayo, 2016

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