Madrid, Opinión

El domingo fue un día triste…

He de decir que no me alegra en absoluto todo lo que sucedió ayer: ni cómo se votó ni cuáles fueron los resultados de lo que se votó. En mi opinión, los resultados ponen de manifiesto dos realidades muy tristes. Una, ha triunfado el voto del miedo. Y, dos, el sistema político español está en una profunda crisis, corrompido y es dudosamente representativo.

El miedo ha ganado y los que han diseñado la campaña del PP estos últimos meses supieron ver el valor que tenía jugar con él como un elemento más. Fue muy hábil la gestión de la encuesta del CIS a comienzos de junio. La lectura de aquellos datos trasladó miedo a la España conservadora, a los españoles con cuyo apoyo los populares creían que potencialmente podrían contar (el resto, a un diseñador de campaña, no le importa), pero que sabían que en un número no pequeño les habían abandonado en diciembre. El cotejo de aquella encuesta con la realidad del voto de ayer es llamativo, no dio una. Y analizar por qué es muy revelador ¡Cuánto se insistió en el gran peligro que se nos venía encima porque PODEMOS alcanzaría el 25% (ha obtenido un 4% menos) y superaría al PSOE en casi 4 puntos! Pero lo que pasó ayer es que PODEMOS se queda por detrás del PSOE con 400.000 votos y 14 escaños menos. Y eso que la formación de Pablo Iglesias se presentaba unido a IU que, supuestamente aportaba 1 millón de votos… que la realidad es que se han esfumado en gran parte.

Y esa apelación al miedo dirigida a la España conservadora con mensajes a que se venía encima el poder de la extrema izquierda, la persecución a los valores más tradicionales, a la religión, a la educación privada y concertada, se instalaría “el chavismo” en  España, etc… y que el remedio o el freno a ese peligro era el PP, obviamente ha triunfado ayer domingo. Ese recurso al miedo ha sido tan brutal que he leído o escuchado, demasiadas veces, en los últimos días una intolerable descalificación de aquellos españoles que, aún siendo de ideas y planteamientos conservadores, no estaban dispuestos a dejarse dominar por ese miedo y se negaban y se negaron ayer a votar al PP. Una negativa porque estaban enfadados, decepcionados, desengañados o porque estaban hartos de que el partido hasta ahora gobernante faltara repetidamente a sus compromisos en esta última legislatura o hubiera abdicado hace tiempo de sus principios.

Esa descalificación habitualmente consistía en calificar el voto (esto, ya de por sí, desde el punto de vista democrático, es tremendo) de este español conservador que no quiso apoyar ayer al PP como un voto visceral, decidido “con el estómago”, y no con la cabeza. Dejando a un lado, que esto es una intolerable, y nada respetuosa, descalificación del uso legítimo de la libertad de conciencia a la que todo ciudadano tiene derecho, resulta llamativo que calificaran de visceral una acción quienes realmente votan una opción política llevados por miedo, por temor a que otros considerados como el origen de todos los males, peligros y horrores pudieran alcanzar el poder. Eso sí que es actuar movido puramente por algo, el miedo, intensamente emocional, es decir, actuar de forma puramente visceral. Incluso, el miedo aparece cuando ayer muchos votantes abandonaron a la supuesta opción moderada, Ciudadanos, porque ya no creen que realmente modere nada, dada su actuación los últimos seis meses, el coqueteo con el PSOE le ha hecho mucho daño. Así, observamos en los resultados de ayer como, en provincias pequeñas o medianas (Teruel, Soria, Guadalajara, Burgos, Toledo, Ávila, Orense, Alicante, Cuenca…) donde en diciembre los votos para Ciudadanos no reportaban ningún diputado porque no les alcanzaba para ello o le reportó sólo uno, el PP ha recibido ayer un incremento de votos con respecto a diciembre que coincide en gran parte con los que ha perdido el partido de Rivera. Parece claro que el votante observó que su voto sirvió para poco o nada hace seis meses y encima ese partido al que votó ha parecido inclinarse hacia la izquierda esta primavera, y ahora y ante la apelación constante a la amenaza del ascenso de la extrema izquierda de las últimas semanas ha preferido asegurar que en su provincia el PP no perdería su fuerza en escaños, aunque no le guste (lo manifestó en diciembre) tanto el partido de Rajoy, y así evita otro que le gusta menos. De nuevo, el miedo. Pocas cosas hay más viscerales que una acción ejecutada a consecuencia del miedo. Y ayer el miedo fue un agente político más.

Desde la encuesta del CIS, el PP como partido, sus medios de comunicación afines, sus militantes y sus simpatizantes, sus entornos sociológicos o ideológicos insistieron hasta el hartazgo en propagar el miedo al ascenso de la extrema izquierda. Hacía tiempo que no escuchaba o leía tantas veces las alusiones al comunismo o, más aún, al Frente Popular de los años treinta. Poco importaba que cualquier parecido de la realidad actual de España con la de hace ocho décadas y, desde luego, cualquier similitud de PODEMOS o PODEMOS+PSOE con aquel Frente Popular es un chiste, una broma o, más probablemente, una manifestación de sonrojante ignorancia de la realidad española de 1936, un desconocimiento de la Historia reciente de España. La apelación a etapas trágicas de la reciente historia de España, está claro, ha sido un eficaz recurso al miedo. Y, a mí, el voto del miedo me entristece, pero no lo descalificaré porque los ciudadanos tienen todo el derecho del mundo a votar lo que deseen votar y por las razones por las que lo deseen votar, aunque estas surjan del miedo.

A mí me parece que el más libre ha sido el voto de aquellos que han votado por convencimiento pleno y no por temor al ascenso o victoria de otros. Pero también ha sido muy libre el voto a esos partidos más pequeños que no eran los cuatro “grandes” y de los que pocos hablan, por son esos de los que se dice “que no sirve para nada”… como si ser libre no sirviera para nada.

eleccionesY la otra razón por la que no me produce ninguna alegría la jornada de ayer es porque se vuelve a poner de manifiesto la profunda crisis de nuestro sistema político. La democracia española está enferma. Su enfermedad la ha causado la partitocracia y sus efectos son la escasa representatividad de las instituciones que ejercen el poder en nombre de los ciudadanos (lo que elegimos ayer). Quién no ha escuchado estos días que sí, que vamos a votar pero ¿para qué? El sábado mismo un amigo me decía que no tenía ningunas ganas de acudir a votar (he de decir que sí, que al final acudió ayer) porque en el fondo duda del sistema, duda de “que sirva para algo”.

Nuestro sistema político es una democracia liberal. Un sistema que inventaron los yanquis hace 230 años. La gran revolución de este modelo político fue que el poder pasaba a ser propiedad de los ciudadanos que elegían unos representantes (lo que en teoría hicimos ayer) para que estos ejercieran el poder en nombre de esos ciudadanos. El poder, por tanto, iba de abajo hacia arriba, esa era la gran revolución. Pero claro, la clave estaba en la eficacia del mecanismo diseñado para trasladar con eficacia y fidelidad la voluntad de los ciudadanos a los foros de poder (parlamentos, asambleas, congresos, corporaciones locales…) donde los representantes elegidos lo ejercieran de forma delegada. Cuando eso falla, el sistema entra en crisis. Y en España ese mecanismo (la ley electoral) falla clarísimamente. Ese tópico de que en jornadas como ayer “el pueblo habla” o los españoles eligen quienes quieren que les gobiernen, desgraciadamente, es muchas veces falso.

Por ejemplo, la suma de los escaños del PP, PSOE, PODEMOS y Ciudadanos resultado de las elecciones de ayer alcanza 325 diputados de 350 que son el total: es decir, esas cuatro formaciones ocupan el 92’8% de los escaños del Congreso de los Diputados. Sin embargo, la suma de los votos obtenidos ayer por esas cuatro formaciones supone sólo el 58’87% de los españoles con derecho a voto. Por consiguiente hay un 41’13% de españoles, es decir, unos 15 millones de españoles, que ayer no apoyaron la propuesta política ni del PP, ni del PSOE, ni de PODEMOS ni de Ciudadanos, es decir, que no están ni ellos se sentirán representados. Y. ayer se vio una vez más, que en España no todos los votos de los españoles valen lo mismo. Esto es muy palpable en provincias pequeñas como Soria donde el PP obtuvo ayer 22145 votos, y el PSOE obtuvo 12688, es decir 9457 votos menos… pero ambos tendrán un escaño cada uno en el Congreso.  ¿Seguimos llamando a España “democracia parlamentaria”?

Y esto es lo que a mí me parece muy preocupante. Llevamos años escuchando que en España hay cada vez más corrupción, pero únicamente interesa la de carácter económico. Y en España hay otras corrupciones. Ayer participamos (porque yo acudí a votar, claro) de un sistema corrompido que nadie parece tener intención de reformar o arreglar para que sea realmente representativo, que es lo propio de una democracia parlamentaria como dice ser la española.

Pero por triste o descorazonador que me parezca el sistema político que padecemos en España es el que tenemos y es mediante el cual ayer elegimos a quienes van a gestionar el poder de España en el futuro… aunque es difícil predecir por cuanto tiempo, visto lo visto en los últimos seis meses.

En este capítulo hay que comenzar por señalar que las empresas de encuestas tienen, una vez más, que dar muchas explicaciones. Ninguna encuesta había previsto este escenario político. Ninguna encuesta había previsto el llamativo crecimiento del PP. Ni siquiera los sondeos realizados ayer mismo y que se dieron a conocer a las 8; no dieron ni una. ¿Sospechoso? Podríamos considerarlo para las encuestas publicadas hasta hace una semana, pero ¿de qué serviría manipular las hechas públicas ayer a las 8 de la tarde? Habrá que considerar, simplemente, que esta vez han errado clamorosamente.

Y conforme fue avanzando la noche se empezó a atisbar que el gran triunfador de las elecciones no llevaba coleta como unos vaticinaban, otros temían y otros ansiaban, sino una barba medio cana. Antes de la media noche ya estaba claro que en el mapa de España volvía a dominar abrumadoramente, casi por completo, el color azul, salvo en Huelva, Sevilla, Jaén, Guipúzcoa, Vizcaya y las cuatro provincias catalanas. El PP, incluso en las comunidades en que no gana asciende entre un 4-5%  y en dos de ellas, Murcia y Baleares, más de 6 puntos. Y en lugares significativos como Cataluña, el PP ha pasado de ocupar el sexto lugar, hasta alcanzar ayer el cuarto puesto, aunque rozando al tercero que es Convergencia. Es decir, indiscutiblemente lo de ayer fue un éxito rotundo del PP… de Mariano Rajoy, ojo. Independientemente de que ya he explicado que creo que tiene mucho que ver el miedo de la España conservadora al extremismo de izquierdas, es innegable que el PP ha salido muy fortalecido de las elecciones de ayer.

Y hemos asistido durante varios meses, desde diciembre pasado, al intento de acoso y derribo de Mariano Rajoy para desalojar el PP de La Moncloa… Y todos los partidos, salvo el PP y ERC, que han obtenido representación en el Congreso han obtenido menos votos ayer de los que obtuvieron en diciembre pasado. Ya he citado el relevante crecimiento en 6 meses del PP, mientras el resto cae.

La reiterada exigencia al PP por parte de los otros tres partidos con opciones de gobierno de que debía quitar del liderazgo popular a Mariano Rajoy, desde ayer, carece de justificación política y, casi diría yo, que carece de sentido. En cambio, lo que parece muy razonable, lo que desde luego parece más que justificado es que los señores Sánchez, Iglesias, Garzón y Rivera deberían poner sus cargos a disposición de sus respectivos partidos; porque cuando en política se fracasa, se dimite… si se tiene dignidad política, claro.

El PSOE ha perdido casi 180.000 votos, 5 diputados y se queda a 53 escaños del PP (estaba a 20)… Y en la comparecencia de Sánchez anoche no apareció por ningún lado la posibilidad de su dimisión. Sencillamente, es impresentable. El PSOE tenía en 2008, 11 millones de votantes… y ayer (ojo, con un censo en España más numeroso) consiguió menos de 5,5 millones, ¡la mitad! Y el Comité Federal del PSOE en pleno no dimite, es inaudito. Aunque Sánchez se empeñara en reiterar anoche lo contrario, el PSOE ha dejado de ser hoy por hoy la única o la más importante referencia de la izquierda en España. El problema es quien tome el relevo de esa posición si los socialistas no son capaces de articular un liderazgo. El sorprendente, por inesperado, pésimo resultado de Susana Díaz en Andalucía complica mucho el futuro al PSOE y, en especial, en su ya próximo Congreso que debería configurar un liderazgo sólido en el partido.

Los que iban a protagonizar el sorpasso, más bien anoche se dieron un “tortaso” (perdón por la broma). PODEMOS se unió a IU para superar a los socialistas y se han quedado en poco más de 5 millones de votos, prácticamente lo mismo que sólo PODEMOS (con sus confluencias) había obtenido en diciembre y el millón de IU entonces… ¿Dónde está? Y es que en política, muchas veces 2+2 no siempre son 4, señor Garzón. Creo que hemos asistido, ahora sí definitivamente, al principio del final de Izquierda Unida. No diré yo que lo lamento, sino más bien todo lo contrario. El comunismo (PCE) que está integrado en esa coalición me causa repugnancia. El fracaso de UNIDOS-PODEMOS es tan claro, como oscura es la corbata que últimamente se pone Iglesias cuando juega a ser socialdemócrata. Tal vez peque de optimismo pero quiero creerlo así: puede que lo de ayer sea el comienzo del retroceso de este rancio y trasnochado populismo y en un medio plazo se convierta en anecdótico. Escuchar anoche la verborrea de Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, Irene Montero… era como entrar en el “DeLorean” de Marty McFly para retroceder a la España de los años treinta… Lo cual para un historiador como yo, al menos, resulta entretenido.

Y el tercer gran fracasado es Ciudadanos y especialmente su personalista líder, Albert Rivera. Patética fue la intervención de este hombre anoche en la que insistió hasta la pesadez en lo mala que es la ley electoral. Es como quejarse del árbitro… cuando eres tú el que has jugado mal y nadie te ha engañado, porque las reglas ya las conocías. Pero eso sí, nada de autocrítica en Rivera. Debería reflexionar acerca de por qué Ciudadanos ha perdido 8 escaños, casi 400.000 votos lo que supone ¡un 11%! de lo obtenido en diciembre; ha pasado a ser la cuarta fuerza en Madrid y en un lugar tan emblemático para esta formación como es Cataluña, ayer ha sido superado por el PP… Y Rivera tampoco dimite. Sencillamente impresentable. Tal vez, faltar a su palabra cuando decidió apoyar a Sánchez o llenarse la boca contra la corrupción pero apoyar gobiernos en Andalucía y Madrid salpicados por casos muy turbios mucha gente no lo entiende.

Esta actuación de los políticos en España es, de nuevo, otro motivo de profunda tristeza de los líderes políticos de nuestra nación, que no merece a esta caterva de impresentables.

Con todo este panorama, la previsión racional y razonable es que Mariano Rajoy sea investido Presidente del Gobierno este verano, aunque, eso sí, con un apoyo parlamentario muy precario y condicionado. Como el señor Rivera y el señor Sánchez no han mostrado voluntad de dimitir que es lo que deberían hacer, si les queda algo de responsabilidad o visión de estado deberían facilitar la gobernabilidad de España con Rajoy al frente del ejecutivo y, digámoslo abiertamente, bloquear cualquier posibilidad para PODEMOS de alcanzar cualquier cuota, por pequeña que sea, de poder.

Cuando veía las encuestas hasta la semana pasada, estaba convencido de que volveríamos a votar en unas terceras elecciones. Pero, por fortuna, los estudios demoscópicos han ido lo suficientemente descaminados como para que ahora sí parezca posible, si todos se comportan responsablemente, que tengamos gobierno en agosto.

Y, por otro lado, no creo que volvamos a otras elecciones, y no porque estos impresentables líderes que tenemos piensen en el bien de España, sino más bien porque piensen en su propio beneficio o el de su futuro político. Porque los resultados electorales de ayer han reforzado al PP en el poder y a Rajoy en su liderazgo y, a la vez,  PSOE, PODEMOS y Ciudadanos se han dado cuenta de que si volvemos a votar todo hace pensar que ellos continuarán retrocediendo y se arriesgan a un mayor crecimiento del PP. Por ello, creo que sí habrá gobierno y, obviamente, lo presidirá Rajoy que es el gran triunfador de anoche. El mensaje recurrente de los últimos meses de Sánchez, Rivera o Iglesias pidiendo la cabeza de Rajoy es inviable ahora mismo, es insostenible.

En suma, parece que esta crisis política coyuntural pero grave (no sólo porque nos ha dejado sin estabilidad demasiado tiempo sino porque ha puesto de manifiesto graves carencias de nuestra constitución y sus reglas del juego político) toca a su fin. Ciertamente eso es bueno para España, aunque sea con una clase política que no genera ninguna confianza y es poco presentable. Porque vuelvo donde comencé, lo de ayer fue triste porque triunfó el miedo y ganó el voto contra otro, más que el apoyo a aquello en lo que se cree y confía como bueno y positivo para la nación. Y porque volvimos a comprobar que nuestro sistema pide a gritos una profunda reforma pero el sectarismo reinante la hace poco probable en el medio plazo.

“El miedo es una gran pobreza”, Madre Teresa de Calcuta, Santa.

Javier Cervera Gil

Profesor titular de Historia de la Universidad Francisco de Vitoria

27 junio, 2016

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