Editorial, Madrid, Opinión

El día que Rajoy dejó de ser Radioactivo Man. ¿Qué pasó?

Era el leproso, el apestado, el individuo al que no convenía pegarse porque cualquiera corría el riesgo de ser contaminado, de quedar infectado por la enfermedad del líder de los populares. Era algo más que una caricatura. El absoluto aislamiento. Seis semanas tras las elecciones y Rajoy no había conseguido ni un solo apoyo. Y entonces, ¿qué?

Sigue sin conseguir un apoyo. Pero apareció Rivera. Dispuesto al diálogo, a la negociación, al entendimiento… y en última instancia, dispuesto si hace falta y salen las cosas bien, al SÍ. ¿Por qué? Por dos razones.

La primera, de principios. El líder de Ciudadanos es un hombre con un cierto sentido de Estado. Y es perfectamente consciente de los estragos que está ocasionando a todos los órdenes el bloqueo institucional y político en España.

La segunda, de interés. El líder de Ciudadanos es perfectamente consciente de que si va a las terceras elecciones, de los votos de su partido quedará poco más que la raspa, el hueso del jamón. Es la pura realidad. ¿15 escaños? ¿20? Por ahí andaría la cosa. No desde luego un efecto UPyD pero algo aproximado.

Al final, muy a su pesar, Rivera es el cordero del sacrificio. Estaba cantado. Y es el hombre que apareció el día exacto en el que Mariano dejó de ser Radioactivo Man, un personaje de comic que, según la propaganda progresista, no dedicaba menos de 12 horas al día a leer el Marca, a fumar Cohibas y a seguir el Tour de Francia por televisión. ¡Qué cosas!

 

4 agosto, 2016

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