La sufrida victoria del Real Madrid en el Barclays Center ante el UCAM, sudando sangre para llevarse el partido en los últimos segundos, nos hace ineludiblemente reflexionar sobre la irrupción, el ascenso, la consolidación y el éxito de los distintos equipos del que se ha instituido -por meritos propios y en un puñado de años- en un club modélico de ineludible referencia en el mundo del deporte nacional.

¿A qué se debe el fenómeno? ¿Hay alguna receta o denominador común en deportistas y escuadras que no han dejado de romper y triunfar con justicia en tan corto espacio de tiempo?

El ‘espíritu UCAM’ es la conjunción de un adecuado entorno, de una metódica formación, de una fuerte cohesión entre iguales, de una claridad en el liderazgo, de la empatía con la afición, de la diversidad en los talentos, del empeño en la superación, de la adaptación a la competición, de la comunicación de una ética y de una vocación por el emprendimiento.

Buen patrón y mejores marineros. Los equipos UCAM han conectado, se han llenado de protagonismo, están haciéndose grandes en un ambiente laboral único, funcionan como máquinas que mejoran día a día su productividad y su rendimiento, cuentan con entusiastas directores de orquesta, viven con intensidad la innovación y la creatividad, saben lo que significa un revulsivo en situaciones límite, exhiben su tenacidad y su entrega cuando todo parece estar perdido.

A José Luis Mendoza hay que agradecerle que se haya erigido en el detonante y el baluarte de la transformación del mundo del deporte en la Región de Murcia. Ha llenado un espacio grande, oscuro y pobre que nos había convertido en huérfanos en las verdaderas competiciones de elite durante décadas. Ha conseguido que, como ha sucedido en el otrora Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, los murcianos podamos vibrar con el talento y el espectáculo de nuestros jugadores: dejándose la piel como guerreros y, al final, dándole la mano al contrario como caballeros.