Madrid, Opinión

En el adiós a La Veneno

Lo suyo sí que fue un cambio en España y no el que reiteradamente prometía Felipe González. En aquellas calendas, los españoles que sólo pensaban por eslóganes ignoraban la dulce femineidad de las mujeres de grandes estructuras óseas y hasta musculadas, y la virilidad de hombres físicamente menudos y frágiles. En cualquier caso no sabían que el sexo, además de una conformación y una formación anterior a la pubertad, y testosterona o progesterona, también es una misteriosa elección personal.

Ella escogió ser Cristina, alias La Veneno, aunque en la pila bautismal recibió el nombre de José Antonio Ortíz Rodríguez. Soñó a lo grande con la gloria e incluso llegó a saborearla. La noticia de su muerte ha consternado a las marujas patrias. Fuentes de su entorno creen que recibió una paliza mientras que las policiales sostienen que sufrió un fuerte golpe en la cabeza tras ingerir ansiolíticos con alcohol.

La graduación de la sexualidad, digamos pública (la intimidad no se tabula), no es horizontal y tolerante sino vertical, bíblica y penalizadora. Los heterosexuales pueden asolearse tranquilos, reproductores y bendecidos en la terraza; los homosexuales van abriéndose paso a codazos en la escalera de la sociedad; las lesbianas habitan directamente el segundo piso compartiendo una doble marginación; los travestidos son aceptados en el primero, porque no teniéndolos por carne ni por pescado, se les considera un fenómeno entretenido de la farándula nocherniega; el transexual, y cruelmente el no operado, queda relegado a los infiernos de los sótanos, a los sórdidos arrabales de la vida, a la prostitución más degradada.

De ese mundillo mísero, rescató a La Veneno el presentador Pepe Navarro, para participar en el programa “Esta noche cruzamos el Missisipi” y más tarde “La sonrisa del pelícano”. Fue ahí donde el españolito medio tomó nota del profundo coraje de La Veneno y el talento con que sabía dar sus pausados pasos hasta confundir en un juego de espejos su normalidad personal, mental, con los estereotipos de quienes se autotitulan “bienpensantes” y correctos.
Hay quien dice que los transexuales son las mejores mujeres del mundo, porque lo suyo no es natural, es vocacional, y ponen mucho empeño en serlo. Desconozco si La Veneno fue una gran mujer. No la voy a elevar a los altares, pero siempre le importó una higa el cuchicheo de los fariseos y eso, en su amarga travesía del desierto, lo hizo como una señora.

@marisaarcas

9 noviembre, 2016

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