El separatismo catalán se niega a cumplir lo que debe por ley y fallo judicial. ¡Qué no y qué no! ¿En qué idioma quieren oír la negativa?
Mándese lo que se mande, senténciese lo que se sentencie, el separatismo a lo suyo, sin parar en barras —salvo las de su enseña—, saltándose a la torera —aunque hayan suprimido el arte de cúchares en su feudo—, el imperativo legal —pese a que sus diputados y senadores prometan sus cargos en el ámbito español con esta apostilla—.
“Ni antes ni ahora. ¿Comprenden o lo enviamos por escrito y con acuse de recibo?”, exclaman furibundos. La única ley es la de Cataluña; Los acuerdos válidos son los establecidos entre los catalanes. ¿Quiénes son los catalanes?: los que viven y trabajan en Cataluña y hacen tal profesión de fe. ¡Punto y final con la polémica!
¿Polémica o sentencia o Constitución y cúmplase porque lo exige el Estado de Derecho?
¿Qué Estado? Todavía el estado catalán no ha resucitado de la utopía, me cachis. Françesc Macià, l’avi, descansa con sus galones militares (nada menos que Coronel del Ejército español). ¡Qué cosas suceden en la Piel de Toro!, poema de Salvador Espriu.
¡”Vamos que nos vamos, ya está bien de dirigir la política catalana desde ‘Madrit’!” exclaman entre acordes del canto de la independencia.
Pues eso, que las leyes o las sentencias son incapaces por sí mismas de alterar, en aras de la justicia y la digna convivencia, la determinación separatista.
Óbrese en consecuencia y cúmplase la ley o las sentencias recurriendo a los medios legítimos y legales de honrosa salvaguardia. De lo contrario, con la fuerza legal recluida o anulada, más que ancha es Castilla nos parece que inmenso es el poder de quienes desacatan, imponen, someten y cobran los rescates que tercien.
Algunos estamos hartos de obedecer y perder. O todos hijos de Dios o vástagos de la discordia.
Analista política
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