Madrid, Opinión

¿Sanidad pública? Más y mejor

Los muchos, muchísimos, que padecemos o hemos padecido el calvario de la enfermedad podemos juzgar el estado de nuestra sanidad y existencia mejor que la maldita e interesada cháchara política.

Hay varios aspectos en los que parece conveniente la alabanza o comentar su posible mejora. En primer lugar, hagamos hincapié en el valor sanitario incalculable de la humanidad, amabilidad y afectuosidad de todo el personal también sanitario, desde los médicos jefes de clínica hasta el último y modesto auxiliar. Todas las enfermedades no se pueden curar, pero todos los enfermos si pueden ser aliviados y consolados con simpatía y cariñoso comportamiento, lo que desgraciadamente olvidan más de uno de los componentes del elenco sanitario. Por favor, que se les diga y repita qué, siendo todos mortales, es más importante la humanidad incluso que la ciencia y la técnica.

Un segundo aspecto se refiere a la necesaria felicitación a todo el conjunto sanitario, principalmente público y en menor grado el privado, ya que los españoles podemos considerarnos en este terreno de la Sanidad unos privilegiados con respecto a la mayoría de los habitantes del planeta, aunque sea con el inevitable lastre de esperas y demoras. Defecto éste, que podría ser aliviado, no solamente mejorando en lo posible plantillas profesionales, sino también haciendo campaña entre los ciudadanos para que no sean tantos los que acuden a los centros sanitarios sin necesidad, muy particularmente en el capítulo de urgencias, sobre saturadas siempre de pacientes para nada urgente y graves.

Un tercer aspecto humano a considerar es el comportamiento interno en muchas ocasiones del personal intermedio y auxiliar, no con los enfermos sino entre ellos mismos. Siempre que he estado hospitalizado me he preguntado, concierta indignación, por qué nadie evitaba que el personal hablara por los pasillos en voz altísima cuando no dando gritos. Punto y aparte, en esa asistencia hospitalaria de 24 horas, merece la generalizada manía del tuteo con los pacientes, que muchos interpretan como muestra de cariño y cercanía, cuando solo es falta de respeto, muy particularmente con las personas mayores, que constituyen la mayoría de la población hospitalaria.

Por último, quiero señalar la enorme superioridad de la sanidad pública gratuita en relación con la asistencia de las sociedades privadas, demasiado atentas a ganar dinero con enfermedades y tratamientos sencillos, pero más atentas aún a negar cobertura a sus asociados en cuanto se las reclama para cubrir tratamientos complicados, de tecnología punta y avanzada, naturalmente más costosa. Estas sociedades privadas permiten un más fácil y rápido acceso a la asistencia sanitaria, pero no a LA MEJOR, que esa está sólo en la sanidad publica.

2 mayo, 2016

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