Hoy no escribiré sobre temas de política ni de economía. Tampoco sobre temas relacionados con la corrupción o que versen sobre cuestiones jurídicas. Mi columna de esta semana la quiero dedicar a todos los niños que se encuentran recuperándose de sus enfermedades en un hospital.
El 13 de mayo es la fecha del calendario que recuerda una de las causas más limpias, más justas y más necesarias de entre las que con más ahínco y empuje, los seres humanos, deberíamos apoyar: el Día de los Niños Hospitalizados.
Sin duda, no encuentro una razón mejor para poner tierra de por medio y reclamar la unidad de todos, abandonar, si quiera sea por un instante, el inmenso barrizal y lodazal que venimos sufriendo en estos tiempos a consecuencia de las mediocridades y mezquindades humanas que padecemos de continuo.
Entren en un hospital y diríjanse a alguna de sus unidades infantiles. Ahora me entienden, ¿verdad?
No puede haber una imagen más demoledora, humana y real que la de un niño o niña recostado en la cama de un centro sanitario. Cuando veo la sonrisa de esos niños, les miro y pienso lo verdaderamente estúpidos que somos los adultos por no saber valorar las cosas realmente importantes que tenemos en la vida. Qué lección nos dan estos pequeños. Cuántas cosas aprendo de ellos.
Mientras aquí, fuera del hospital, seguimos preocupándonos por cosas tan efímeras como el dinero, el poder, el reconocimiento público, etc., esos niños, encamados en hospitales, se aferran a la vida con una valentía y una dignidad que para muchos de nosotros las quisiéramos.
Sirvan estas pocas líneas para rendir mi más sincero reconocimiento y homenaje para todos los niños que están luchando por vencer sus enfermedades. Estoy convencido de que pronto conseguirán volver a sus casas para, desde allí, seguir enseñándonos las cosas realmente importantes por las que merece luchar en esta vida. ¡Ánimo, valientes!
Abogado-Consultor
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