Madrid, Opinión

Los que renuncian, dimiten, se despiden y se van

Los vejestorios no dimiten y los zagales se suicidan. Son dos formas antagónicas de entender este mal rollo. Los carrozas de la corrupción y el envilecimiento aceptan y aguantan la vergüenza, el vituperio político, el mierdeo y la guerra, la humillación, el desprecio y la sombra ominosa de la Historia. Se aferran, ya digo, a este mal rollo.

Los conquistadores, los triunfadores, de veintipocos, Kurt Cobain, Jimmy Hendrix, Jim Morrison, Judy Garland, Marilyn Monroe, etc., dimiten de la vida, renuncian a la gloria, a todo este pipote, porque, llenos de lucidez rozagante, aprenden pronto que el éxito no conduce a ninguna parte, que el parné suele venir firmado por dirigentes emputecidos, que el amor no dura tres preservativos y que los gemidos de las meretrices no son de verdad. La vida, o sea, este mal rollo, no está hecha para quien realiza todo el trayecto antes de los treinta y sabe que después de la gloria, el vino y las rosas, viene esa entelequia oscura, monotemática y dominical que algunos llaman felicidad.

Los militares se agarran a la Patria, los banqueros a la pasta canalla, los políticos se eternizan en su asiento, pero los insumisos y los rockeros rompen la guitarra del vivir y, entre el suicidio tardo y flemático o el bajonazo del rincón de Ordóñez, dimiten de esta Fiesta como en su día lo hicieran Hemingway o Juan Belmonte, chaveas hasta el final.

Nuestro microcosmos occidental y convulso nos brinda esa ceremonia contrapuesta de los viejos políticos, los ancianos estofados de la tribu, frente a la juventud del éxtasis y la música, de la lucidez y la velocidad, los verdaderos insumisos, los insumisos al soborno del vivir, los objetores a la totalidad de un mundo que ha olvidado el nombre de algunas flores, el color de algunas estrellas, el perfume de algunas muchachas y el lenguaje sencillo, directo y sánscrito de la vida real, de un cielo popular y cotidiano. Los viejos mamuts de los tristes tópicos del dinero y la fuerza aguantan en sus tronos de ferralla, ante esa juventud que dimite generosamente de un paraíso pagado con dinero falso. Los carrozas se quedan solos y aferrados en un oscuro mundo de suicidas. Y así vamos.

@marisaarcas

16 mayo, 2016

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