Madrid, Opinión

Reirse por no llorar

Recientemente he tenido conocimiento (debería de haberlo tenido antes ya que, como todos sabemos, la ignorancia y desconocimiento de la ley no eximen de su cumplimiento y consecuencias), de algo que me parece el colmo actual de lo absurdo y un serio vacío legal que agrava el ya de por si cada día mas elevado grado de indefensión de los mayores.

Sabedor de una denuncia por robo en domicilio previsiblemente realizado por alguien cercano, me enteré, con gran perplejidad por mi parte, de que nuestro Código Penal despenaliza totalmente el hecho de que un hijo hurte o robe a sus padres y en su domicilio, siempre que lo haga sin violencia. Osea, que es inútil denunciar a un hijo/hija, o varios, por desvalijar si le viene en gana, el domicilio familiar, aunque pudiera llegar a existir evidencia aprobada de su culpabilidad.

No se molesten, pues  si son ustedes víctimas de una agresión sin violencia a sus bienes materiales y patrimonio domiciliario, y aunque tengan la total evidencia/confesión de culpabilidad de algún/algunos hijos suyos, en denunciar los hechos porque el juez se limitara a romper la denuncia y tirarlo al cesto de los papeles.

Esto, por lo visto, ha sido siempre así y en tiempos pasados, pudo resultar muy lógico, cuando durante milenios, se ha vivido en un ambiente familiar de respeto y cariño filiar de los hijos hacia sus padres y de rigor domestico de estos hacia los hijos, ya que semejantes acciones delictivas de hijos contra el patrimonio de sus padres y en sus hogares eran inconcebibles. Y en caso de producirse castigadas con medidas drásticas familiares sin necesidad de recurrir a la ley.

Pero es que,  ¡ay!  las cosas han cambiado tan radicalmente para peor que el marco familiar no se parece en nada al que fue, reseñado en el párrafo anterior. Muy por el contrario, por la perdida y erradicación de valores morales de todas clases, la falta de exigencia y rigor en la educación de niños y jóvenes, la consecuente vagancia e indiferencia por labrarse aquellos un porvenir, y todo ello combinado con el maldito paro, se han invertido las tornas casi por completo.

De forma que muchísimos hijos vagos, sin principio de clase alguna y sin limite de tiempo y edad, permanecen en su domicilio paterno o materno hasta edades muy avanzadas o hasta la muerte de sus progenitores, sin obediencia, respeto ni aun cariño con respecto a esos padres de los que claramente abusan a diario y en todo, y por supuesto sin aportar nada. Naturalmente situaciones tan deleznables generan en hijos de este «modelito» necesidades que no pueden satisfacer ellos ni mediante «sablazo» a sus padres. Así, nada tiene de sorprendente que recurran al hurto/robo en sus propios hogares. Pues ya lo saben todos esos desgraciados padres y abuelos que vivan semejantes y dolorosas situaciones: ¡SI LES ROBAN SIN PEGARLES Y AGREDIRLES NO LES PASA NADA!.

Desgraciado tiempo este en que segunda y tercera edad en vez de ser cuidadas por los mas jóvenes han sido convertidas en cuidadoras/víctimas de tanto joven y menos joven amoral, vago inútil y desaprensivo, sin más recompensa a la vista que el encierro y abandono en esas enmascaradas «celdas de la muerte» que son las residencias de ancianos, de los que en el ámbito familiar ya casi nadie quiere ocuparse.

29 junio, 2016

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